No es la primera vez que pasa algo muy parecido. La familia de Paco Belmonte Ferrer recibió su cuerpo el 2 de agosto, de manos de la autoridad de la cárcel de Palma de Mallorca donde llevaba tres años encerrado, con pocas explicaciones y malas maneras, como es habitual en estos casos. “Su hijo no era ningún ejemplo a seguir”, le dijo una educadora a su madre, de 72 años. “Sobredosis de metadona”, decía el informe forense. Pero la familia sabía que Paco había dejado de drogarse hacía tiempo. Había estado ingresado en un módulo terapeútico, donde se había desenganchado sin aceptar el tratamiento con metadona, y consiguió mantenerse limpio a pesar de haber sido expulsado como castigo a un módulo “conflictivo” donde había gente que se chutaba en el mismo patio. “No tomaba nada, ni heroína, ni cocaína, ni metadona, solo le dio positivo de aquellas sustancias que contenían sus medicamentos, recetados por el médico para la depresión”, dice su hermana Pepi.
“Estoy segura de que mi hermano ya no consumía, pesaba noventa quilos, estaba en forma y tenía 400 euros ahorrados en su peculio; todo el mundo sabe que alguien enganchado dentro no tiene ni un duro y puede vender hasta su ropa para consumir. Mi hermano lo tenía todo, su dinero, su ropa de marca, su peso y su buen estado físico”.
Y, además, su cadáver presentaba hematomas y heridas sobre las que no figuraba ninguna explicación en el informe forense. Paco había sido maltratado y amenazado por un carcelero unos dos o tres meses antes de fallecer. Él se lo había contado a varios miembros de su familia. Había pedido el traslado para huír del acoso de este “funcionario”, pero se lo habían denegado. Compañeros presos afirman que entró el 1 de agosto en la celda individual sin ningún golpe aparente. “También tenemos constancia (..) de que a eso de las cuatro de la mañana se estaban llevando al Paco a la enfermería, y que iba gritando que le habían reventado las costillas”, dice su hermana. Una vez en el tanatorio, “le vimos desfigurado, con la mano derecha reventada, las piernas moradas, con golpes en las costillas”.
“La forense se puso en contacto con nuestra abogada y le explicó que se fue de vacaciones sin entregar el informe a principios de agosto cuando fue descubierto el cadáver. Nos entregaron la autopsia el 12 de septiembre. No entendemos cómo ha podido ocurrir eso. Según el documento que nos han dado murió por insuficiencia respiratoria, ingesta masiva de drogas e infarto”. Según el abogado que lleva el caso: “Hemos pedido una serie de pruebas, y ya se están llevando a cabo, que tienen que ver con revisar esa autopsia porque sí que está claro que existen golpes”, como reconoce la propia forense en su escrito. El juez ha denegado una segunda autopsia, aunque admite la posibilidad de una nueva interpretación de la primera y ha pedido las grabaciones de las cámaras de la cárcel. “Hemos pedido diligencias para esclarecer quién y dónde pudo golpear a Francisco, cuándo se produjeron esos golpes, más otras pruebas técnicas, entre las que se encuentra la revisión de todo el procedimiento por otro forense distinto”.
La familia, amistades y gente solidaria no han dejado de movilizarse durante agosto y septiembre. Han hecho varias concentraciones en la cárcel, y otras muchas en los juzgados, en el Parlament Balear, en la delegación del gobierno y en otros sitios oficiales y han denunciado el caso continuamente en las redes sociales. Un sindicato de carceleros se ha querellado contra ellos por insultos y calumnias. Les quieren hacer callar con su prepotencia, sin ningún respeto por su dolor.
Afortunadamente, no están solas. El pasado 6 de octubre, doce familias, incluida la de Paco, de gente fallecida en prisión, en Palma de Mallorca, Barcelona, Badajoz, Tenerife, Sevilla, Algeciras, El Puerto de Santa María, Madrid… agrupadas en una Plataforma de Familias por las Muertes en Prisiones Españolas se concentraron en la puerta de la sede de la Secretaría general carcelera. En junio, hubo también una concentración frente a la cárcel de Picassent convocada por la familia de Luis Acedo Sáez, por sexta vez desde su muerte, en 2016, recién excarcelado por padecer cáncer de páncreas con metástasis, después de ser abandonado por los médicos y demás responsables de esa cárcel. Esta familia pertenece a una asociación que se llama Familias Frente a la Crueldad Carcelaria y lleva funcionando desde 2017. Algo se está moviendo entre los familiares de la gente presa desde hace algunos años y esta coordinación de doce familias ha sido todo un logro, un momento culminante. Podría ser que cundiera el ejemplo. Tenemos que ayudarles a continuar. Y cerrar filas con la familia de Paco Belmonte y con cualquier otra a la que se quiera intimidar por expresar su dolor y pedir justicia. Este es el camino de la solidaridad, nuestra única fuerza.
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