Dos Euros La Hora, El Precio De La Reinserción

Según un reportaje publicado por Vicent Almela en La Directa, cuya traducción al castellano insertamos a continuación, 4.000 personas presas trabajan en cárceles catalanas explotadas por el Centro de Iniciativas para la Reinserción (CIRE), con sueldos que no llegan ni a un tercio del salario mínimo interprofesional. Muchas de ellas denuncian vulneraciones de derechos laborales en relación con las bajas por enfermedad o accidente, con los despidos improcedentes, con la falta de medidas de seguridad o con las bajas cotizaciones a la seguridad social.

En fechas navideñas, la mayoría de la población sale a comprar regalos y todo tipo de decoraciones navideñas para sus hogares. En una treintena de establecimientos de toda Cataluña, como la tienda Orígenes,en la calle del Carmen de Barcelona, o Ahora Proximidad, en la calle Alcalde Rovira Roure de Lleida, se puede adquirir una gran variedad de productos de confección y artículos para el hogar de los que cuelga una etiqueta que no todo el mundo conoce: «Made in CIRE». Estas iniciales hacen referencia al Centro de Iniciativas para la Reinserción, empresa pública adscrita al Departamento de Justicia de la Generalidad de Cataluña que, según la publicidad institucional, tiene como objetivo «dar segundas oportunidades a las personas privadas de libertad a través de la formación y el trabajo» y «contribuir a la reinserción de un colectivo en riesgo de exclusión social».

Casi la mitad de la población penitenciaria en Cataluña trabaja de forma remunerada para el CIRE llevando a cabo tareas internas de los centros, como la lavandería, la cocina, el economato o la limpieza –lo que los internos llaman destinos–, o en talleres productivos ubicados dentro de los mismos centros penitenciarios o en naves externas, como el taller exterior ubicado en Raimat (Lleida), por el que la Generalitat paga un alquiler de 165.883 euros al año. En estos talleres se elaboran productos de confección, cerrajería, carpintería, imprenta y montaje industrial, que van a parar a centros educativos u hospitales públicos; pero también se comercializan en empresas externas «a unos precios muy competitivos» a través de un catálogo que se puede encontrar en la web del mismo CIRE, o bien se venden en tiendas de todo el territorio catalán mediante la marca propia «Made in Cire «. Según datos facilitados por el Departamento de Justicia, hasta 108 empresas privadas han contratado mano de obra o servicios o han adquirido productos del CIRE, durante 2019, a través de convenios de colaboración.

En una entrevista realizada por un trabajo universitario de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Pompeu Fabra en 2009, Xavier Farré –director de viticultura del Grupo Codorníu–, que entre los años 2000 y 2005 contrataba una media de cincuenta personas presas al año, reconocía que una de las razones por las que lo hacía era porque se trataba de «mano de obra barata y muy flexible, no se firman contratos ni se les despide, simplemente se llama al coordinador, se pide el número de personas que se necesitan para ese día y, si no se necesita a nadie, no vienen y sólo se cobra por día trabajado». En la misma entrevista, Farré argumentaba que «los presos cobran menos que un trabajador en libertad, así que ahorrábamos un euro por hora». Preguntado por las denuncias de explotación laboral de algunos de los reclusos, se expresaba de esta manera: «Hemos de tener en cuenta que la mayoría de los presos tienen un nivel cultural muy bajo y que este tipo de gente enseguida se siente explotada, porque se comparan con gente que se encuentra en una situación mucho mejor».

Aunque la Directa ha solicitado al Departamento de Justicia el listado de empresas que actualmente mantienen una relación comercial con el CIRE, el organismo público no ha facilitado esta información. Según la respuesta de su equipo de prensa, «en estos momentos el CIRE se encuentra en una fase de análisis y revisión», y pretenden que de ahora en adelante «las empresas asumirán los correspondientes compromisos para dar cumplimiento a los requerimientos en el ámbito de la transparencia «, reconociendo de facto la actual opacidad. Sin embargo, algunas personas presas confirman que están trabajando para empresas como El Caganer –que elabora figuritas tradicionales del pesebre explotando el trabajo de presos de Puig de las Basses–, Hygeco –filial de Mémora, que se encarga de confeccionar sacos mortuorios en Mas de ‘Enric– o la multinacional alemana Fischer.

De esta información no hay ningún testimonio documental, ya que las personas presas no firman ningún contrato cuando empiezan a trabajar para el CIRE y, por tanto, normalmente no saben para qué empresa lo hacen. El único documento que firman cuando comienzan la actividad laboral es un certificado de alta emitido por la Junta de Tratamiento que les permite salir de los módulos para desplazarse a trabajar, y una nómina u hoja de producción con sus retribuciones y cotizaciones a finales de cada mes. En ninguno de estos documentos se hacen constar las horas trabajadas.

Salarios y condiciones laborales fuera de la legalidad

Después de contactar con una veintena de personas presas que trabajan para el CIRE, tanto en talleres productivos como en destinos, y analizar sus nóminas, el sueldo medio que perciben gira alrededor de los dos euros la hora, con unas retribuciones medias mensuales de 170 euros por media jornada y de 280 euros por una jornada completa, y en algunos casos –sobre todo en destinos– sin ningún día de descanso a la semana ni días de vacaciones que, sin embargo, sí que se hacen constar en las nóminas.

A diferencia de lo habitual en cualquier otro trabajo, las personas que trabajan dentro de la cárcel no están sujetas a ningún convenio, ya que la relación laboral con el CIRE es especial y está regulada por el Real Decreto 782/2001. Según esta normativa, las retribuciones se calculan «a partir de una referencia sobre el salario mínimo interprofesional (SMI) vigente en cada momento y del rendimiento de cada una de las actividades desarrolladas en los talleres, ya sea por hora o pieza hecha». Aunque el reglamento es poco claro y no concreta un precio la hora para los trabajadores, las nóminas «de operario base» a las que hemos tenido acceso y las «hojas de producción» no llegan ni a una tercera parte del SMI, que actualmente es de 950 euros al mes. Desde el Departamento de Justicia no han confirmado ni desmentido esta situación, aunque aseguran que «a partir del 1 de enero de 2021 el módulo retributivo de referencia será, como mínimo, del 50% del SMI». Paradójicamente, dentro del órgano consultivo del CIRE hay una representación de los sindicatos CCOO y UGT.

Según cuentan las abogadas Solange Hilbert y Andrea Alvarado, expertas en derecho penal y laboral, «aparte de estos sueldos de miseria, las incapacidades temporales CIRE no se contemplan en el CIRE», es decir, si una persona se mete enferma y no va a trabajar, no cobra, y «resulta prácticamente imposible que a una persona presa le den la baja por accidente laboral», aunque raramente se cumplen las normativas de seguridad en los lugares de trabajo y resulta prácticamente imposible que se realice una inspección laboral dentro del CIRE. «No se hacen inspecciones en materia de prevención de riesgos laborales porque prácticamente no llegan denuncias y la inspección de trabajo opta por no actuar de oficio, aunque podría hacerlo», remachan. También aseguran que si una persona coge la baja por un largo periodo, lo más normal es que la despidan, y para el CIRE simplemente supone darle de baja desde la Junta de Tratamiento con una decisión administrativa. «Por tanto, no es necesario que le den ninguna explicación cuando le despiden, ni tiene derecho a ningún tipo de indemnización o compensación por parte del centro», concluyen.

La promesa de la reinserción, en saco roto

Yolanda Avilés y Penélope Sánchez son dos mujeres que pasaron por las prisiones catalanas y que actualmente se encuentran en libertad. Ambas han trabajado para el CIRE tanto en destinos internos como en talleres productivos para empresas externas. «Una vez pagas tu condena y deciden que ya estás rehabilitada, sales a la calle y te das cuenta de que has trabajado durante siete años de tu vida sin ningún día libre y más de ocho horas al día, y que de estos años sólo has cotizado ocho meses», denuncia Avilés. Este hecho, según las abogadas, se debe «a la precariedad de las prestaciones generadas, que hace que coticen muy poco al tratarse de jornadas parciales y, sobre todo, porque tienen salarios muy bajos».

Sánchez, por su parte, comenta que cuando salió de prisión le derivaron a un plan de trabajo en Zona Franca a través del programa Reincorpora –impulsado por la Fundación La Caixa–, de integración sociolaboral para personas que salen de prisión . «Me dieron de alta como persona discapacitada, sin serlo, para que así la empresa se beneficiara de las bonificaciones», detalla. Poco después encontró un trabajo por su cuenta en un chiringuito de playa. «Cuando ya no trabajaba para el CIRE tuve que aguantar cque me siguieran persiguiendo, pidiendo continuamente partes de conducta a mi jefa. Estaba en libertad, pero el CIRE era como un fantasma que me perseguía controlando en todo momento mi vida laboral», explica Sánchez.

Todas las personas presas entrevistadas para este reportaje coinciden en que el CIRE no cumple esa función de reinserción de la que hacen publicidad. «¿Qué trabajo va a encontrar, una vez fuera, una persona que ha estado  metiendo tornillos en una bolsa para Fischer durante seis horas al día?», se pregunta una mujer presa en Mas d’Enric que prefiere mantener el anonimato. «Los mismos técnicos del CIRE están de acuerdo en que deberían reforzar más los aspectos y planes formativos que ayuden a la persona a adquirir hábitos laborales y motivación para cuando salga y menos los productivos y el querer hacer negocio con la fuerza de trabajo de las personas presas», añade.

A pesar de estas condiciones, resulta sorprendente que casi la mitad de la población penitenciaria en Cataluña trabaja para el CIRE. Avilés y Sánchez explican que esto se debe a que el trabajo en prisión te da acceso a beneficios penitenciarios. «En tu programa individualizado de tratamiento (PIT) normalmente te marcan el trabajo como una prioridad; por tanto, si no lo haces, te resultará difícil poder acceder a una progresión de grado, a la reducción de pena o a permisos de salida, lo que provoca que muchas veces el trabajo sea un chantaje que se hace desde la institución, que está jugando contigo continuamente», se lamentan.

Algunas personas presas como Amadeu Casellas o Jaime Vicens han intentado en varias ocasiones denunciar desde dentro estas vulneraciones de derechos laborales a través de instancias, denuncias y comunicados. Según explica Vicens en una carta –actualmente se encuentra privado de libertad en Puig de las Basses–, «en los años noventa un grupo de presos nos movilizamos para llevar nuestras reivindicaciones al Tribunal Supremo. Logramos forzar que nos concedieron la cotización a la seguridad social y el derecho a paro, pero nos tumbaron la petición del SMI. Las personas que encabezamos este movimiento nos pasamos una buena temporada dando vueltas por las prisiones catalanas y nos metieron para siempre la etiqueta de irrecuperables e inadaptados al sistema penitenciario, con todas las medidas regimentales que ello supone para nuestra estancia en prisión».

Las personas sin papeles no pueden trabajar fuera, pero sí dentro de las cárceles

Según datos del Departamento de Justicia, alrededor de un 55% de las personas que trabajan dentro de los centros penitenciarios catalanes son extranjeras, y muchas de ellas se encuentran en situación irregular cuando entran en prisión. Aunque la ley de extranjería no les permite acceder al mundo laboral sin permiso de trabajo, sí que pueden trabajar mientras estén internas, gracias a una excepción que se acordó en el Consejo de Ministros español en julio de 2005 –y que en Cataluña regula la Circular 1/2013, sobre extranjería centros penitenciaris–, por la que cotizan igualmente a la Seguridad Social y tributan en concepto de IRPF durante el periodo laboral dentro de la prisión.

Para hacerlo posible, el Estado les genera un número de NIE temporal de la Seguridad Social que desaparece una vez han salido en libertad, de manera que su vida laboral en la cárcel no se contabiliza. Una vez salen en libertad, estas personas –a diferencia del resto de penados– no tienen derecho a ningún tipo de prestación –ni paro ni subsidio por excarcelación– y, al continuar en situación irregular y haber cometido un delito, la mayoría son expulsadas del país una vez comienzan a tener permisos o cuando acceden al tercer grado.

Según afirman las abogadas, todas las normas que afectan a las personas extranjeras en las cárceles vienen dadas por regulaciones o acuerdos internos que no tienen rango de ley, como instrucciones o circulares; por tanto, quedan en un limbo legal. «Conocemos muchos casos de personas extranjeras que han trabajado muchos años en prisiones catalanas y han sido expulsadas nada más salir en libertad o cuando accedían al tercer grado. Todo lo que han cotizado durante estos años en la cárcel no les sirve de nada ni tienen derecho a ninguna prestación, de manera que estas retenciones obligatorias acaban teniendo únicamente una finalidad recaudatoria».

Testimonios sobre el trabajo detrás de los muros

Hemos contactado, vía correo postal o a través de visitas a locutorio, con una decena de personas presas en centros penitenciarios catalanes para que nos contaran en primera persona su experiencia laboral en el CIRE. Algunas de ellas prefieren hablar con seudónimo por miedo a represalias por parte de las instituciones penitenciarias.

Marcos Cáceres (Brians 1): «No hay días festivos ni de descanso».- Entré a trabajar en destino de limpieza en enero del año pasado. En teoría, tenía que estar siete días a prueba, pero, debido a mi buen rendimiento, a los tres días, los técnicos del CIRE me dijeron que hablarían con la jefa de módulo para que me dieran de alta inmediatamente, lo que no pasaría hasta un mes más tarde. En este trabajo de limpieza no hay ningún día de descanso ni festivos, y la paga por media jornada es de 120 euros al mes. En mayo, me lesioné trabajando y estuve de baja, porque debía ser examinado por el traumatólogo. Esto me causó problemas con la jefa de módulo que, a principios de julio, me amenazó con hacerme la vida imposible si volvía a pedir la baja laboral. Antes de que me viera el traumatólogo, me cambiaron de módulo y el CIRE me despidió del trabajo.

Rubén Casado (Mas de Enric): «Me despidieron por coger unos bizcochos caducados».- Trabajo para el CIRE desde que entré en prisión hace cinco años. He pasado por todo tipo de faenas: talleres productivos, office, manipulador de alimentos, tareas de carga y descarga, etc. El pasado mes de junio fui despedido de mi trabajo en la cocina por coger unos bizcochos caducados que iban a ser arrojados a la basura, lo que los mismos trabajadores del CIRE y los funcionarios hacen cada día. Por ese motivo, fui amonestado con una sanción grave y despedido inmediatamente sin ningún tipo de explicación ni liquidación. Simplemente me dieron de baja y ya no volví a trabajar en ese destino. El próximo mes de junio tengo un juicio contra el CIRE por despido improcedente.

María Fernández (Mas d’Enric): «Incumplen sistemáticamente su propia legislación».- En mi nómina pone que soy «operaria base», aunque tengo un cargo de responsabilidad por dirigir un equipo de ocho personas en un taller productivo para una empresa del exterior. Según el real decreto que regula el trabajo en prisión, mi categoría sería la de «operaria superior» y debería cobrar mucho más. Por lo tanto, incumplen de forma sistemática su propia legislación. ¿Pero quién revisa y regula esto aquí dentro? Hace unos meses nos quejamos al responsable del CIRE de esta prisión y, literalmente, nos dijo: «Si tenéis algún problema con las condiciones laborales, acudid a los tribunales, pero ya os aviso que, de momento, hemos ganado todos los procedimientos judiciales iniciados contra nosotros».

Mohammed Akram (Brians 2): «Aquí si no produces, no ganas».- Empecé a trabajar por el CIRE en Brians haciendo cableado para coches para una subcontratista de la SEAT y otras marcas de coches, y desde entonces he pasado por diferentes trabajos, tanto en destinos (lavandería, panadería, limpieza, manipulador…) como talleres productivos, en diferentes cárceles. Aunque, en teoría, tienes derecho a baja laboral, sólo es retribuida en casos muy extremos. Aquí, si no produces, no ganas. Y, en caso de no tener papeles, tampoco cotizas. Si eres extranjero sin papeles, cuando estás trabajando dentro generas un número de la seguridad social que desaparece cuando sales de prisión y, cuando solicitas tu vida laboral, no consta que hayas trabajado en ninguna parte. No tienes derecho a paro ni a ningún subsidio por excarcelación. Muchas personas extranjeras son deportadas cuando están en tercer grado o salen de prisión; por lo tanto, todo lo que han trabajado dentro no les sirve para nada.

Manuel Martín (Lledoners): «Las condiciones de trabajo son pésimas».- Trabajo haciendo manetas de frenos para diferentes marcas de automóviles: BMW, Volvo, Renault, Mercedes… dentro de este centro a través de una subcontratista que desconozco. Trabajo cuatro horas y media al día y cobro entre 6 y 8 euros por jornada. No tengo nómina, sino una hoja de producción que me entregan cada mes y que te adjunto en esta carta. La faena aquí es pesada y nunca ocupas el mismo puesto de trabajo, sino que vas rotando por diferentes tareas. Las condiciones de trabajo son pésimas y las medidas de seguridad, inexistentes. No te dejan fumar ni comer y, para ir al baño, tienes que insistir mucho a los encargados. De hecho, por no poder aguantarme, más de una vez, he tenido que mear en una botella de agua vacía y continuar trabajando.

Rosa Blanco (Mas d’Enric): «cada día cobramos menos».- Para mí el CIRE es un monopolio de ladrones. Nos dan trabajo con unas condiciones laborales muy precarias porque después gastamos lo poco que ganamos en sobrevivir dentro de la misma cárcel debido a la mala calidad de la comida. Encima, cada vez cobramos menos. En 2009, un encargado de economato cobraba casi 500 euros, en 2012 bajó a 395 y ahora, en 2020, cobra por la jornada unos 250 euros. El salario mínimo sube fuera de las cárceles, pero aquí va al contrario. No tenemos contrato, sólo un documento que nos da de alta, y si nos ponemos enfermas no cobramos ni cotizamos. Trabajas siete días a la semana los doce meses del año. Aparte, dicen que hacen una labor de reinserción y te dan trabajo fuera, pero en cinco años que llevo aquí no conozco a nadie a quien hayan buscado otro trabajo. El CIRE es un negocio dentro de los centros penitenciarios de Cataluña,

Miguel Ángel Rivas (Brians 2): «Aquí, el trabajo funciona como un chantage».- Por trabajar aquí dentro se cotiza el mínimo, y sólo tienes derecho al paro una vez estás fuera. Aparte, el INEM te deniega el subsidio de excarcelación si has trabajado y cotizado durante tu estancia en prisión, porque siempre prevalece el paro sobre el subsidio. Yo, por ejemplo, he decidido no trabajar, porque no me quiero quedar sin la paga de la excarcelación cuando salga, ya que, con lo poco que cotizas por trabajar aquí, me sale mucho mejor cobrar la ayuda. Esto no es tan fácil porque en el programa individual de tratamiento (PIT) que te marcan para conseguir beneficios penitenciarios y permisos de salida te señalan el trabajo, junto con la escuela y los programas de tratamiento, como prioritarios en tu «proceso de reinserción «. Si no lo haces, normalmente, te acabas comiendo la condena a pulso y sin disfrutar de ningún permiso ni reducción de pena. Por lo tanto, es evitedente que el trabajo aquí dentro sí que funciona como un chantage.

Roberto Sales (Brians 1): «Toda la jornada de trabajo sin poderte sentar».- En 2015, trabajé para una empresa externa en talleres productivos colocando pegatinas en cajitas de frambuesas. El salario iba en proporción con el número de adhesivos que colocabas durante cada jornada; cobrabas 5 céntimos brutos por cada una. Jornadas laborales de cinco horas, con horario de mañana o tarde. Toda la jornada de trabajo plantado sin poder sentarte y sin ningún tipo de ventilación en verano, con temperaturas muy elevadas, lo que provocaba que se nos hinchan los tobillos al final de la jornada. Mi salario raramente superaba los 100 euros al mes. No conozco la empresa, pero sé que en el mismo taller se hacían otros productos para la empresa Germans Boada SA. También he trabajado haciendo la limpieza de locutorios, donde trabajaba más de 40 horas a la semana por 240 euros al mes.

Carles Romero (Ponent): «Nóminas de 80, 100 y 120 euros».- Aquí, en en la cárcel de Lleida, trabajo en talleres productivos, haciendo sacos mortuorios y baberos para empresas exterernas que desconozco. A mí sólo me dicen que trabajo para el CIRE y nunca he firmado ningún contrato. Básicamente, mi tarea aquí es coser y poner cremalleras. En talleres, cobras según produces. Yo, por ejemplo, trabajo cuatro horas al día todos los días de la semana, pero, claro, si no sabes coser bien, cobras una miseria. Nóminas de 80, 100 o 120 euros máximo. Algunas personas pueden llegar a cobrar un máximo de 250 euros por esta tarea, pero se deben matar a trabajar sin levantar la cabeza de la máquina ni permitirse un descanso.

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