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Actividad en la calle Mujeres presas

Por las sobrevivientes a las múltiples violencias de género sabemos que los abusos tienen muchas formas y se llevan a cabo en contextos muy variados pero que siguen un patrón dinámico en las relaciones donde, quien tiene más poder, usa la autoridad de forma arbitraria para dominar y manipular a través del miedo.

La complejidad de cómo funcionan estas violencias se plasmó allá por los años 80, de forma gráfica en una rueda1, que nos ayuda a comprender las distintas formas de cómo esta actúa. No se trata de hechos aleatorios y aislados, sino que obedecen a un patrón de conducta. Las diferentes formas de los abusos se identifican de alguna manera en los radios de la rueda que se alimentan unos a otros y refuerzan el poder y control de quienes están en el centro. El diseño circular nos ayuda a entender que el tipo de patrón no es lineal, sino que se repite y hace que la rueda gire y gire sin parar.

Mónica Cosby es una feminista activista de la organización Madres unidas contra la violencia y el encarcelamiento2 en Estados Unidos, que sobrevivió a 20 años de encierro en diferentes cárceles de ese país. Ella conoció la rueda de cómo funciona este poder y control de la violencia de género por una compañera de celda. Justo un día después, hicieron un allanamiento en su módulo y las guardias destrozaron todas las pertenencias que tenían. Ese hecho les dejó muy afectadas por el despliegue de fuerza y la agresividad. Ella, además, acababa de salir de estar casi 8 años en confinamiento solitario. Estas experiencias traumáticas hicieron un clic en su cabeza al visualizar la rueda del poder y control que había visto a su compañera. Ella se vio identificada desde la experiencia que vivía y sentía en la prisión con las manifestaciones recogidas en la imagen gráfica circular. Se sentía igual. Estar en la cárcel le hacía sentirse como en una relación abusiva y violenta.

Junto a otras sobrevivientes, actualizó la Rueda del poder y control, basada en su propia experiencia carcelaria3. Según sus vivencias, en la prisión se dan las mismas manifestaciones que en la violencia de género: abuso emocional; intimidación y acoso; coerción y amenazas; abuso económico; uso y abuso de los privilegios; minimización, negación o culpabilización; aislamiento y uso interesado de la prole. Para ellas, el encarcelamiento replica la dinámica de poder y control que se da en las relaciones abusivas.

La cárcel les infantiliza, les humilla, les hace sentir mal consigo mismas, les insultan, les hace creer que están locas, lo que supone un abuso emocional. Por otro lado, existe una intimidación y acoso que las hace sentir miedo. En los allanamientos les rompen sus pertenencias, despliegan armas, les hacen revisiones con desnudos, condicionan las salidas y su libertad.

También se dan la coerción y las amenazas. Si no obedecen pueden perder las visitas, las actividades y pueden ser castigadas o amenazadas con el aislamiento. Junto con el abuso económico, el trabajo penitenciario es explotador, los precios de algunos productos en el economato son exorbitantes, controlan en qué puedes gastar el dinero y quién te lo puede dar.

Además, existe un uso de los privilegios, ya que la institución les trata como sus sirvientas, imponen reglas arbitrarias que hay que cumplir y les somete a una vigilancia constante. Por otro lado, la cárcel desplaza la culpa por los abusos diciendo que ellas los causaron, imponen represalias si presentan quejas y les dicen que están en la cárcel por «tu propio bien», lo que supone una minimización, negación y culpabilización.

El aislamiento se ve incrementado por el aislamiento físico, los muros, los barrotes y las cerraduras. Dentro controlan a dónde van, qué hacen, qué leen; limitan su trabajo y sus actividades. Controlan a quién puede visitar, con quién pueden hablar por teléfono, leen su correo.

Por último, también utiliza a los hijxs. La institución hace que se sientan culpables por abandonarles, amenazan con retirar sus visitas o con separarles de forma permanente de las criaturas.

Si tenemos en consideración que un 86% de las mujeres presas son sobrevivientes de violencia doméstica o sexual, el encarcelamiento no hace más que agravar ese trauma. A todo ello hay que sumar que no pueden salir, ni escapar, por lo que muchas se sienten atrapadas en un “infierno”.

El encarcelamiento replica la dinámica de poder y control en las relaciones abusivas y las perpetúa, por tanto, el trabajo feminista para acabar con la violencia de género debería igualmente incluir, dentro de su agenda, acabar con las prisiones.

Alicia Alonso Merino

Fuente: https://henas.noblogs.org/post/2025/05/02/la-carcel-como-violencia-institucional-de-genero/

Abolicionismo Mujeres presas

El 11 de marzo de 2018 le dijeron a Ana Zúñiga que su hija Claudia Ximena Rodríguez Zúñiga, encerrada en la cárcel de mujeres de Wad-Ras, en Barcelona, se había suicidado poniéndose una bolsa de plástico en la cabeza, pero ella nunca lo ha creído. Con buenas razones, porque Claudia había sido amenazada, extorsionada y maltratada por los carceleros durante todo el tiempo que pasó en esa cárcel y la versión oficial de su muerte resulta muy poco creíble en cantidad de aspectos. Frente a la negativa de la «justicia» española  a esclarecer debidamente los hechos, Ana sigue luchando para exigir una investigación rigurosa e independiente y una sentencia justa. Para eso es la manifestación frente a la cárcel de mujeres de Wad-Ras (Barcelona), el lugar donde murió Claudia, que convoca junto a otras compañeras solidarias en el séptimo aniversario de esa muerte violenta.

En la siguiente grabación, la madre de Claudia nos explica lo que sucedió y por qué no acepta ella la versión oficial de los hechos, y piensa que a su hija la han asesinado.

Aquí abajo, un programa de radio donde entrevistábamos a Ana en octubre de 2018 sobre la muerte de Claudia y los primeros pasos de la lucha de la madre por esclarecerla:

La cárcel mata Actividad en la calle Muertes en prisión Mujeres presas

Hemos recibido la siguiente convocatoria de una marcha a la cárcel de mujeres de Brieva (Ávila) que, además de servir de alojamiento a presos privilegiados como en su día Ignacio Urdangarín y José Luis Roldán, es una cárcel de mujeres especializada en régimen cerrado, ya que en ella se encuentran una gran parte de las mujeres presas penadas clasificadas en primer grado. Es famosa por la dureza con que se trata a las presas y por el elevado número de supuestos suicidios y muertes en extrañas circunstancias que se han producido en ella, de la que nos han llegado muchas veces noticias de torturas, abusos y malos tratos como las que se pueden ver en los enlaces que ponemos abajo, que hablan sólo de algunos de los casos más recientes. También hemos sabido que se ha dictado auto de procesamiento contra algún compañero, ya informaremos más detenidamente sobre ello, por denunciar la muerte en ese horrible lugar de Sannah Cadiri, el 10 de octubre de 2023, en sospechosísimas circunstancias nunca satisfactoriamente aclaradas. Algunas compañeras vieron como los carceleros la llevaban por los pasillos  y como le pegaban. Después, un carcelero les dijo que la habían matado de una paliza y, finalmente, la dirección de la cárcel dijo que había aparecido ahorcada y que ella misma se había autolesionado mientras la llevaban a aislamiento. Las presas del módulo azul hicieron un plante en el patio protestando y reclamando ser informadas de lo que había pasado. Nunca salió ninguna noticia de nada de ello en ningún medio de comunicación.

¡MARCHA A LA CÁRCEL DE BRIEVA!

El domingo 9 de Marzo, volvemos por cuarto año a la cárcel de mujeres de Brieva para dar calor y apoyo a las compañeras presas.

Marcharemos para compartir y expresar nuestra rabia, porque sabemos que las cárceles están llenas de personas que solo trataban de buscarse la vida, que la reinserción es una farsa, y que existe explotación laboral y falta de atención médica tras los muros. Así como violencia, abuso policial, y muertes disfrazadas de suicidios.

Por mucho que las cárceles se construyan cada vez más lejos y los muros sean cada vez más altos, seguiremos enterándonos y denunciando la realidad que ocurre dentro de ellas.

Por un mundo sin prisiones, marcharemos juntes el domingo 9 de marzo a las 11h a la cárcel de Brieva (Ávila)

Nos acompañará Nuturk Bilis @nuturkkkk con su guitarra y después habrá musikita y comida caliente (vegana y sin gluten) para compartir un rato juntes.

Si necesitas transporte escríbenos a marzoanticarcelario@riseup.net

¡Abajo los muros de las prisiones!

Algunas noticias recientes en Tokata sobre cosas que pasan en la Cárcel de Brieva:

Malos Tratos Continuos Contra Las Presas En La Cárcel De Mujeres De Brieva (Ávila)

Una Presa Muerta En La Cárcel De Mujeres De Brieva (Ávila) En Muy Sospechosas Circunstancias

Nota De La Acusación Particular Y Popular Y Sentencia De La Condena A Dos Carceleros De La Prisión De Brieva Por Abuso En El Ejercicio De La Función Pública

Abusos Sexuales En La Cárcel De Brieva

Actividad en la calle Cárcel=Tortura La cárcel mata Muertes en prisión Mujeres presas

La cárcel de Brieva (Ávila) no es famosa solamente como lugar de encierro privilegiado de corruptos de alto copete, sino como cárcel de castigo para mujeres, pues es donde van a parar la mayor parte de las presas clasificadas en régimen cerrado o en régimen especial, y también por la violencia habitual y por los supuestos suicidios y muertes en extrañas circunstancias que se dan allí. Como la de Sannah Cadiri, que murió allí en octubre, poco después de que algunas compañeras suyas vieran como era maltratada por los guardias, sin que ninguna autoridad o medio de comunicación se haya interesado lo más mínimo por aclarar lo que pasó, poniendo quizás en cuestión la versión oficial de que se autolesionó y se ahorcó ella misma.

Según nos ha contado gente allegada a algunas de las personas presas en esa horrible cárcel, esa violencia contra las presas ha subido de grado desde que llegaron tres carceleros, trasladados desde la prisión de Estremera (Madrid VII), de tal forma que en las últimas dos semanas tres presas han recibido palizas a manos, precisamente, de esos boqueras recién llegados. Hace muy poco que se han ensañado con la última, por llamar a través del interfono de la celda para que le encendieran la luz. En lugar de encendérsela, se presentaron los carceleros torturadores de marras en su celda y le dieron una manta de hostias.

A continuación, los números de teléfono o fax y los correos electrónicos de las instituciones a quienes corresponde la denuncia e investigación de los hechos para exigirles que se pongan en marcha:

Centro penitenciario. Teléfono: 920259022-23. Fax: 920 25 90 34  E mail: Sgpma.Avila@dgip.mir.es

Juzgado de Vigilancia Penitenciaria Nº 1 Castilla-León. Teléfono: 987296681. Fax: 987895176

Juzgado de guardia. FAX: 920359005. E mail: mixto3avila@justicia.es

Fiscalía Provincial de Ávila. FAX: 920359012. E mail: fiscalia.avila@fiscal.es

Cárcel=Tortura Mujeres presas

¿Qué efectos tiene el régimen carcelario? ¿Y el discurso punitivista en la salud mental? ¿Y en las personas migrantes? ¿Cómo limita la mirada punitivista (que pide más y más castigo, más y más penas) a las propuestas emancipadoras?

El sábado 27 de mayo en La Villana de Vallekas se celebró el conversatorio en relación al libro Feminismo Anticarcelario. Participaron, además de la autora del libro Alicia Alonso Merino, Belen Santos, Nuria Alabao y Ana Gordaliza.

Abolicionismo Actividad en la calle Mujeres presas

De muestra, a continuación, un artículo de la autora y otro más largo y sustancioso que podéis leer o descargar picando en el título, en rojo, que va abajo del todo.

LA CÁRCEL, UN CASTIGO PATRIARCAL PARA LAS DESOBEDIENTES

En nuestra cultura occidental y a lo largo de la historia, las mujeres que han desobedecido los mandatos de género y se han rebelado contra la opresión, con frecuencia, han recibido diferentes tipos de castigos como la soledad, el destierro, la cárcel o la muerte. Desde Lilith y Eva, hasta Milagros Sala, la Machi Francisca Linconao, Marielle Franco, pasando por Manuela Saez o Micaela Bastidas, todas ellas han recibido castigos ejemplarizantes o han cargado con sus culpas durante siglos.

En muchos casos, a las mujeres que desobedecían se las tildaba de malas o malvadas. La historia cultural construida sobre la maldad de las mujeres es larga y combina el temor y el control de su sexualidad. Por su función de transmisoras de la cultura, era indispensable tutelar y someter a las mujeres para dominar el mensaje a transmitir.

En «Calibán y la bruja»[1], Silvia Federici llama la atención sobre la importancia que la subordinación de las mujeres ha tenido en la transición del feudalismo al capitalismo, con consecuencias que llegan hasta la sociedad actual. La historia del castigo a los saberes, la autonomía y a la insubordinación femenina a la autoridad patriarcal llevó a la ejecución de cientos de miles de “brujas”.

Los cuerpos de las mujeres, su trabajo, el poder de su sexualidad y la reproducción, su capacidad de curar, fueron puestos bajo el control de Estado y de la Iglesia, y se castigaron de forma pública y con gran sadismo innumerables comportamientos femeninos que pasaron a ser vistos como deleznables por la población. En el continente americano, a los instrumentos de control de la supremacía masculina y misoginia del catolicismo se unieron la violencia de la conquista y la colonización[2].

Con el paso de los siglos esta tendencia se ha mantenido a través de un control social informal ejercido por las relaciones familiares, laborales, profesionales o sociales. Cuando el control social informal no es suficiente, entra en escena el sistema de justicia criminal, que pasó a condenar a las mujeres por situaciones específicas. La misma sociedad heteropatriarcal que sobrevaloró la maternidad como institución, penalizó todos aquellos comportamientos no encaminados a la reproducción, reprimiendo la sexualidad no reproductiva, castigando el aborto, el adulterio y la prostitución [3].

La lógica punitiva se enfocó históricamente en criminalizar la pobreza y a las mujeres que se “desviaban” de la moral imperante, a las pecadoras, ociosas, aquellas que vivían fuera del control masculino. Las tesis del positivismo penal y criminológico del siglo XIX de Lombroso y Ferrero, ayudaron a reforzar el sexismo y los estereotipos de género. Según estas concepciones, la mujer delincuente era como un ser monstruoso, dado que no solo trasgredía las leyes sino la expectativa derivada de su rol social de género. Las mujeres que delinquían eran para estos criminólogos especialmente “degeneradas” e insensibles moralmente, ya que no solo violaban las normas legales sino también las normas sociales de su condición femenina [4].

Para estas transgresoras se creó un sistema de encierro que reforzaba los ordenamientos de género ligados a lo doméstico y a la religión. Las cárceles de mujeres, llamadas en origen, Casas de Corrección y gestionadas por congregaciones religiosas tenían como objetivo central redimir a las pecadoras y disciplinar a estas mujeres. Tras el paso por estas cárceles, se esperaba que se incorporasen a la sociedad organizada por las élites[5], como servidoras de la burguesía y de la fe cristiana.

El castigo, en las Casa de Corrección para mujeres, operaba como un agente cultural, que, reforzando la “ideología de la domesticidad”[6], modelaba la imagen de la mujer madre, trabajadora, eje de hogar. El castigo también trasmitía las virtudes de la moral cristiana[7].

Este sistema de encierro femenino que consolidó los ordenamientos de género ligados a lo doméstico y a la religión, sigue de alguna forma vigente hasta nuestros días, pues sólo hace unas décadas que las religiosas dejaron de tener presencia en estos lugares de detención.

Las cárceles actuales no dejan de ser una expresión simbólica del patriarcado donde se intensifican estos sistemas de dominación y discriminación. Los rígidos sistemas de disciplina y sanciones en su interior, son atravesados por prejuicios vinculados a factores de interseccionalidad, tales como la extranjería, la pertenencia a pueblos originarios, la pobreza, las diferentes capacidades o la orientación sexual y expresión o identidad de género. Para las mujeres y disidencias, la prisión es un continuum del control patriarcal, y una herramienta para el castigo y la disciplina. Luchar contra esta forma de castigo es también una forma de luchar contra el patriarcado y el capitalismo.

[1] FEDERICI, Silvia. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Traficantes de sueños. Madrid. 2010.

[2] GARGALLO CELENTANI; Francesca. Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América. Editorial Quimantú. Santiago de Chile. 2013. Pág. 23 y 29.

[3] CALVO FAJARDO, Yadira. Las líneas torcidas del derecho. 2da. ed. – San José, Costa Rica: ILANUD. Programa Mujer. Justicia y Género. Costa Rica. 1996. Pág. 13.

[4] LOMBROSO, C. y FERRERO W. La femme criminelle et la prostituée, Félix Alcan Éditeur, París, 1896. http://fama2.us.es/fde/ocr/2008/laFemmeCriminelle.pdf

[5] MALLAGRAY, Lucía. El asilo del buen Pastor en Jujuy. Un proyecto Correccional de mujeres (1889-1920). Revista de Historia de las Prisiones N° 8. INIHLEP. Universidad Nacional de Tucumán. Págs. 96-120. Argentina. Enero-Junio 2019. Pág. 96

[6] CASULLO, Fernando; BOHOSLAVKY, Ernesto. Sobre los límites del castigo en la Argentina periférica. La cárcel de Neuquén (1904-1945), Quinto sol, N° 7. Argentina. 2003. Págs. 37-59. https://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/quintosol/article/view/683

[7] ALONSO MERINO, Alicia; REYES REYES, Evelyn. “Mujeres y delitos: cuatro siglos de desobediencia en Chile”. Revista ClioCrimen, No. 17 (2020), ISSN: 1698-4374; D.L: BI-1741-04, España. pp. 275-296.

Alicia Alonso Merino

En https://desinformemonos.org/la-carcel-un-castigo-patriarcal-para-las-desobedientes/

La violencia institucional en las sanciones disciplinarias de las reclusas

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¿Nos atrevemos a imaginar una sociedad como la nuestra (…o tal vez diferente) sin cárceles?

Quizás nos acerquemos a este texto con precaución o, incluso, con desconfianza. Pero al sumergirnos en sus datos y, sobre todo, en sus historias de vida, las dudas se disipan como una neblina que nos impedía vislumbrar un horizonte más amplio: aquel en el que las mujeres pobres y racializadas, personas con orientación sexual o expresión de género diversas, o con enfermedad mental y falta de oportunidades, no paguen con sus cuerpos y sus vidas la “culpa” de ser lo que son o de nacer donde nacieron.

Estas personas están sobrerrepresentadas en las prisiones de todo el mundo.

Los textos que llenan este libro, publicado por Zambra/Baladre, CGT y Libros en Acción, nos ayudan a reflexionar sobre el origen y la historia del castigo ante la insubordinación a la autoridad patriarcal y los roles sociales, que se ceba en las mujeres.

Nos hablan de un punitivismo vinculado al tráfico de drogas que afecta especialmente a mujeres pobres y racializadas, sin que conduzca a ningún resultado positivo ante el problema de salud pública que suponen las drogas.

Nos demuestran la triste relación existente entre cárcel, enfermedad, violencia obstétrica, aislamiento y otras formas de tortura, enfermedad mental, autolesiones, huelgas de hambre y suicidios. Todo ello en proporciones mucho más altas que fuera de los muros de las prisiones.

Inciden en las consecuencias del encarcelamiento que se extiende más allá de la prisión, ya que empobrece, estigmatiza, enferma y genera mayor exclusión social. Y en el caso de las mujeres afecta a su entorno, desintegrándolo, por el rol de cuidadoras que detentan la mayoría de ellas.

Y también nos hablan de lucha. De cómo las autolesiones son un grito contra la injusticia y se convierten en herramienta de resistencia frente a la opresión del encierro o la barbarie del aislamiento. De asociacionismo y resistencia. De la necesidad de manifestarnos en contra de esta forma de castigo como un modo más de luchar contra el patriarcado y el capitalismo. De la evidente reivindicación ante el aplastamiento de los derechos humanos más básicos que supone el absurdo de las presas políticas.

La autora nos recuerda que los Estados y las instituciones penitenciarias tienen el deber de garantizar la salud y la integridad física y psíquica, así como velar por la seguridad de las personas privadas de libertad y por la reinserción posterior. Sin embargo los datos, estudios e historias de vida demuestran que esto no se cumple. Muy al contrario, los Estados venden presas para quitárselas de encima y las cárceles empeoran la situación de las personas, consolidan la experiencia del delito y alimentan los problemas sociales al no solucionar las causas que los crean.

La esperanza reside en la lucha. Asociaciones y proyectos de acompañamiento, apoyo y organización de las presas nos ponen un espejo sobre aquello que queremos encerrar tras los muros, nos enseñan empatía y construyen espacios de supervivencia y dignidad.

Y, por supuesto, apelan a nuestra responsabilidad para no estancarnos en la comodidad de esconder aquello que no queremos afrontar como sociedad: los problemas reales que viven las comunidades de las que proceden esas personas encarceladas y las causas de esos problemas, que deberíamos ser capaces de afrontar de formas más constructivas, empáticas y funcionales.

Editorial Zambra/Baladre

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