El Estado social se reduce a su mínima expresión y se va transformando en un Estado policial en el que se antepone la seguridad al bienestar. En este proceso, la cárcel, como institución capaz de conjugar la retórica del castigo con la de su ejecución, juega un papel fundamental. De hecho la cárcel es una institución central de la reproducción del sistema capitalista, pues ha funcionado (y lo sigue haciendo) como un laboratorio en el que se experimentan estrategias de control que después se aplican al resto de la sociedad. La prisión vuelve a jugar un papel fundamental en la constitución de soberanía, pero ya no cumple sólo funciones disciplinarias; la captura que hace la prisión terapéutica es mucho más totalitaria, pues sus efectos punitivos trascienden con mucho no sólo el tiempo de la pena, sino también la experiencia del encierro.
La exposición corre a cargo de Esteban Zamora y Darío Malventi
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