Categoría: <span>Abolicionismo</span>

Como dicen en el blog del grupo anticarcelario cántabro HENAS (Hermanas Entalegadas No Andáis Solas), que organiza el acto: «Por fin confirmamos la fecha de la presentación del libro Por qué abolir la cárcel que aplazamos en el mes de mayo para dar voz a José Alfredo Miranda y su lucha en el manicomio (psiquiátrico) de Santa Isabel en Palencia durante la que llevo a cabo una huelga de hambre.»

¿Por qué abolir las prisiones? Razones no faltan. La cárcel es sinónimo de violencia, una violencia implícita y explícita de un sistema basado en el dolor, la pena y la venganza. Incluso la mejor cárcel resulta sustancialmente inaceptable. El libro que presentamos en su edición en castellano, nos ayuda a poner en el debate público y a cuestionar la existencia de la prisión, el uso del derecho penal y la cultura del castigo como respuesta a problemas sociales creados por el sistema capitalista-racista-heteropatriarcal en el que vivimos.

POR QUÉ ABOLIR LA CÁRCEL

Edición en castellano de un magnífico libro que recorre los argumentos del movimiento «No prison» en Italia, para cuestionar la existencia de la cárcel como respuesta al delito y puede servir como inspiración para promover o reforzar similares iniciativas en el Estado Español.

Las razones del Movimiento «No Prison», de Livio Ferrari y Giuseppe Mosconi, que ha sido traducido por Alicia Alonso y editado por Zambra/Baladre en noviembre de 2021.

Nos parece fundamental que entre dentro del debate público el cuestionamiento de la existencia de la prisión, el uso del derecho penal y la cultura del castigo como respuesta a problemas sociales creados por un sistema capitalista, racista, heteropatriarcal, individualista y altamente competitivo.

El texto va desgranando los argumentos que utiliza el Movimiento «No Prison» en Italia para cuestionar la existencia de la cárcel como respuesta al delito y puede servir como inspiración para promover o reforzar iniciativas similares en el estado español. No faltan razones para abolir las prisiones: la cárcel es sinónimo de violencia y refleja un sistema social basado en el dolor, la pena y la venganza.

La pena de cárcel es un castigo que no reinserta por varias razones bien conocidas:

– porque la mayor parte del presupuesto empleado se utiliza en medidas de seguridad y las tasas de reincidencia son altas debido a su carácter criminógeno.

– porque es discriminatoria, puesto que gran parte de las personas encerradas son pobres o con escasos recursos y oportunidades.

– porque empobrece a una mayoría, ya que cuando las personas salen habrán perdido sus empleos y sus bienes (si los tenían) y en algunos casos hasta sus familias.

– porque enferma, pues las condiciones de encierro provocan dolencias físicas y psíquicas, muchas de ellas irreversibles.

– porque castiga a inocentes, debido a que la condena se extiende a toda la familia y personas allegadas que no han cometido ningún delito.

– porque estigmatiza, dificultando sobremanera la reincorporación de las personas al lugar de procedencia.

– porque no repara a la víctima, pues se basa fundamentalmente en la venganza y no en la reparación del daño o desequilibrio causado.

– porque reproduce la violencia, ya que ésta forma parte inescindible de las instituciones y en concreto de la cárcel, tal como la conocemos.

Se puede objetar que abolir las prisiones sea una utopía. Lo mismo se pensaba de los manicomios y hospitales psiquiátricos, pero en el año 1978 en Italia, se aprobó la «Ley Basaglia» que los abolía.

Como decía Galeano, la utopía nos sirve para caminar. Así los caminos para conseguir la utopía deben comenzar por reducir el uso de la prisión a su mínima expresión para lograr que algún día desaparezca. Podría empezarse por ampliar las concesiones de terceros grados, incrementar las penas alternativas, acabar con la violencia extrema que suponen los primeros grados o el régimen de aislamiento, legalizar y regularizar la producción, distribución, venta y consumo de todas las drogas, incentivar la justicia restaurativa, reducir las condiciones de empobrecimiento con la renta básica de las iguales… y todo ello con más organización, comunidad y apoyo mutuo. ¿Por qué no? Abolir las cárceles y la cultura del castigo es nuestra utopía.

Gentes de Baladre

Fuente:https://henas.noblogs.org/post/2025/09/15/19-de-septiembre-presentacion-del-libro-por-que-abolir-la-carcel-con-alicia-alonso-merino-en-dlibros-torrelavega/

Editorial Zambra: https://distri.asociacionzambra.org/producto/abolir-carcel/

Abolicionismo Actividad en la calle

¿Por qué abolir las prisiones? Razones no faltan. La cárcel es sinónimo de violencia, una violencia implícita y explícita de un sistema basado en el dolor, la pena y la venganza. Incluso la mejor cárcel resulta sustancialmente inaceptable. El libro que presentamos en su edición en castellano, nos ayuda a poner en el debate público y a cuestionar la existencia de la prisión, el uso del derecho penal y la cultura del castigo como respuesta a problemas sociales creados por el sistema capitalista-racista-heteropatriarcal en el que vivimos.

POR QUÉ ABOLIR LA CÁRCEL

Edición en castellano de un magnífico libro que recorre los argumentos del movimiento «No prison» en Italia, para cuestionar la existencia de la cárcel como respuesta al delito y puede servir como inspiración para promover o reforzar similares iniciativas en el Estado Español.

Las razones del Movimiento «No Prison», de Livio Ferrari y Giuseppe Mosconi, que ha sido traducido por Alicia Alonso y editado por Zambra/Baladre en noviembre de 2021.

Nos parece fundamental que entre dentro del debate público el cuestionamiento de la existencia de la prisión, el uso del derecho penal y la cultura del castigo como respuesta a problemas sociales creados por un sistema capitalista, racista, heteropatriarcal, individualista y altamente competitivo.

El texto va desgranando los argumentos que utiliza el Movimiento «No Prison» en Italia para cuestionar la existencia de la cárcel como respuesta al delito y puede servir como inspiración para promover o reforzar iniciativas similares en el estado español. No faltan razones para abolir las prisiones: la cárcel es sinónimo de violencia y refleja un sistema social basado en el dolor, la pena y la venganza.

La pena de cárcel es un castigo que no reinserta por varias razones bien conocidas:

– porque la mayor parte del presupuesto empleado se utiliza en medidas de seguridad y las tasas de reincidencia son altas debido a su carácter criminógeno.

– porque es discriminatoria, puesto que gran parte de las personas encerradas son pobres o con escasos recursos y oportunidades.

– porque empobrece a una mayoría, ya que cuando las personas salen habrán perdido sus empleos y sus bienes (si los tenían) y en algunos casos hasta sus familias.

– porque enferma, pues las condiciones de encierro provocan dolencias físicas y psíquicas, muchas de ellas irreversibles.

– porque castiga a inocentes, debido a que la condena se extiende a toda la familia y personas allegadas que no han cometido ningún delito.

– porque estigmatiza, dificultando sobremanera la reincorporación de las personas al lugar de procedencia.

– porque no repara a la víctima, pues se basa fundamentalmente en la venganza y no en la reparación del daño o desequilibrio causado.

– porque reproduce la violencia, ya que ésta forma parte inescindible de las instituciones y en concreto de la cárcel, tal como la conocemos.

Se puede objetar que abolir las prisiones sea una utopía. Lo mismo se pensaba de los manicomios y hospitales psiquiátricos, pero en el año 1978 en Italia, se aprobó la «Ley Basaglia» que los abolía.

Como decía Galeano, la utopía nos sirve para caminar. Así los caminos para conseguir la utopía deben comenzar por reducir el uso de la prisión a su mínima expresión para lograr que algún día desaparezca. Podría empezarse por ampliar las concesiones de terceros grados, incrementar las penas alternativas, acabar con la violencia extrema que suponen los primeros grados o el régimen de aislamiento, legalizar y regularizar la producción, distribución, venta y consumo de todas las drogas, incentivar la justicia restaurativa, reducir las condiciones de empobrecimiento con la renta básica de las iguales… y todo ello con más organización, comunidad y apoyo mutuo. ¿Por qué no? Abolir las cárceles y la cultura del castigo es nuestra utopía.

Gentes de Baladre

Editorial Zambra: https://distri.asociacionzambra.org/producto/abolir-carcel/

Abolicionismo Actividad en la calle Libros

Por las sobrevivientes a las múltiples violencias de género sabemos que los abusos tienen muchas formas y se llevan a cabo en contextos muy variados pero que siguen un patrón dinámico en las relaciones donde, quien tiene más poder, usa la autoridad de forma arbitraria para dominar y manipular a través del miedo.

La complejidad de cómo funcionan estas violencias se plasmó allá por los años 80, de forma gráfica en una rueda1, que nos ayuda a comprender las distintas formas de cómo esta actúa. No se trata de hechos aleatorios y aislados, sino que obedecen a un patrón de conducta. Las diferentes formas de los abusos se identifican de alguna manera en los radios de la rueda que se alimentan unos a otros y refuerzan el poder y control de quienes están en el centro. El diseño circular nos ayuda a entender que el tipo de patrón no es lineal, sino que se repite y hace que la rueda gire y gire sin parar.

Mónica Cosby es una feminista activista de la organización Madres unidas contra la violencia y el encarcelamiento2 en Estados Unidos, que sobrevivió a 20 años de encierro en diferentes cárceles de ese país. Ella conoció la rueda de cómo funciona este poder y control de la violencia de género por una compañera de celda. Justo un día después, hicieron un allanamiento en su módulo y las guardias destrozaron todas las pertenencias que tenían. Ese hecho les dejó muy afectadas por el despliegue de fuerza y la agresividad. Ella, además, acababa de salir de estar casi 8 años en confinamiento solitario. Estas experiencias traumáticas hicieron un clic en su cabeza al visualizar la rueda del poder y control que había visto a su compañera. Ella se vio identificada desde la experiencia que vivía y sentía en la prisión con las manifestaciones recogidas en la imagen gráfica circular. Se sentía igual. Estar en la cárcel le hacía sentirse como en una relación abusiva y violenta.

Junto a otras sobrevivientes, actualizó la Rueda del poder y control, basada en su propia experiencia carcelaria3. Según sus vivencias, en la prisión se dan las mismas manifestaciones que en la violencia de género: abuso emocional; intimidación y acoso; coerción y amenazas; abuso económico; uso y abuso de los privilegios; minimización, negación o culpabilización; aislamiento y uso interesado de la prole. Para ellas, el encarcelamiento replica la dinámica de poder y control que se da en las relaciones abusivas.

La cárcel les infantiliza, les humilla, les hace sentir mal consigo mismas, les insultan, les hace creer que están locas, lo que supone un abuso emocional. Por otro lado, existe una intimidación y acoso que las hace sentir miedo. En los allanamientos les rompen sus pertenencias, despliegan armas, les hacen revisiones con desnudos, condicionan las salidas y su libertad.

También se dan la coerción y las amenazas. Si no obedecen pueden perder las visitas, las actividades y pueden ser castigadas o amenazadas con el aislamiento. Junto con el abuso económico, el trabajo penitenciario es explotador, los precios de algunos productos en el economato son exorbitantes, controlan en qué puedes gastar el dinero y quién te lo puede dar.

Además, existe un uso de los privilegios, ya que la institución les trata como sus sirvientas, imponen reglas arbitrarias que hay que cumplir y les somete a una vigilancia constante. Por otro lado, la cárcel desplaza la culpa por los abusos diciendo que ellas los causaron, imponen represalias si presentan quejas y les dicen que están en la cárcel por «tu propio bien», lo que supone una minimización, negación y culpabilización.

El aislamiento se ve incrementado por el aislamiento físico, los muros, los barrotes y las cerraduras. Dentro controlan a dónde van, qué hacen, qué leen; limitan su trabajo y sus actividades. Controlan a quién puede visitar, con quién pueden hablar por teléfono, leen su correo.

Por último, también utiliza a los hijxs. La institución hace que se sientan culpables por abandonarles, amenazan con retirar sus visitas o con separarles de forma permanente de las criaturas.

Si tenemos en consideración que un 86% de las mujeres presas son sobrevivientes de violencia doméstica o sexual, el encarcelamiento no hace más que agravar ese trauma. A todo ello hay que sumar que no pueden salir, ni escapar, por lo que muchas se sienten atrapadas en un “infierno”.

El encarcelamiento replica la dinámica de poder y control en las relaciones abusivas y las perpetúa, por tanto, el trabajo feminista para acabar con la violencia de género debería igualmente incluir, dentro de su agenda, acabar con las prisiones.

Alicia Alonso Merino

Fuente: https://henas.noblogs.org/post/2025/05/02/la-carcel-como-violencia-institucional-de-genero/

Abolicionismo Mujeres presas

CICLO ANTIPUNITIVISTA, desde abril a junio en el Espacio Ajuntaera de Murcia.

Nos hemos preguntado mil veces qué solución hay ante la espiral de violencia patriarcal porque estamos viendo que la cultura del castigo actual, la cárcel, no es disuasoria para cometer el delito, tampoco para reinsertar al agresor…
Nos invade la rabia y los deseos de venganza (¿justicia?) pero ¿puede haber alternativas?

Hemos decidido informarnos con quienes ya llevan muchos años barajando estas ideas, repensar juntas con una mente abierta, debatir… por eso os invitamos a participar en este ciclo para que la ignorancia no sea quien nos muestre el camino.

Primer evento: LA CULTURA DEL CASTIGO Y ESPERANZAS NO PUNITIVAS

Conversaremos con Paz Frances y Diana Restrepo en el Espacio Ajuntaera, este sábado, día 26, a las 19h.

La deriva ultra punitiva del feminismo mainstream, aliado preocupantemente con los discursos de la derecha más conservadores, nos impulsa a organizar nuestros espacios desde otras lógicas más en sintonía con los derechos humanos y los feminismos que desconfían de la cultura del castigo y del código penal para defender la emancipación de todos los cuerpos marginados y disidentes.

No vamos a mirar a la cárcel como parte de la solución, sino como parte del problema.

No vamos a confiar en las herramientas punitivas para articular la justicia.

No vamos a perpetuar un sistema de pensamiento que hunde sus raíces en la criminalización de la pobreza y el racismo.

Vamos a pensar juntas en alternativas no punitivas.

Vamos a seguir defendiendo la transformación social desde otro lugar que no huela a patriarcado rancio.

Movimiento feminista de Murcia organiza en el Espacio Ajuntaera este ciclo para reflexionar, formarnos y organizar nuestros activismos desde el pensamiento crítico.

Abolicionismo Actividad en la calle

EL CEMENTERIO CARCELARIO VASCO

Comenzó mayo, y otra vez nos despertamos contando jóvenes muertos por motivos no naturales. Esta vez en la cárcel de Basauri. Fue encarcelado hacía una semana a sabiendas de que su enfermedad mental tenía alto riesgo de suicidio. Que sepamos ya son seis las personas fallecidas en las “nuevas cárceles vascas” la mayoría jóvenes con patología dual (drogodependencia y enfermedad mental) y muertos en circunstancias no aclaradas.

La respuesta del Gobierno Vasco, después de casi tres años de competencia penitenciaria ha sido vender a la opinión pública su flamante e inexistente “Nuevo modelo penitenciario vasco”. La respuesta de la Consejería de Justicia fue ya en 2023 que estas muertes están ”dentro de los parámetros con los que trabaja el personal penitenciario sanitario”. Continua con una política publicitaria anunciando programas asistenciales que concede a ONGs de su órbita para blanquear el negro destino de una población encarcelada abandonada.

En ningún caso la respuesta ha sido la de potenciar medidas de suspensión condicional de la condena, o de sustitución de la misma por el ingreso en programas extracarcelarios para jóvenes toxicómanos y/o con enfermedad mental. O la de crear con urgencia centros socio-sanitarios de ejecución penal para jóvenes con patologías duales. O la de desplegar servicios de prevención y tratamiento de la agudización de la enfermedad mental que provoca el encierro. El ejecutivo vasco, con el apoyo de la mayoría de los partidos políticos que conforman su Parlamento, lo que está haciendo es reproducir el mismo modelo estatal fundamentado en la justicia vengativa, en el encierro y en el castigo, por que en el fondo es en lo único que creen y les renta. Lo demás son cortinas de humo para intoxicarnos.

¿Si hubiera muerto un funcionario en el ejercicio de sus funciones, también hubieran dicho que entra “dentro de los parámetros con los que trabaja en personal penitenciario”? ¿Dónde están los sindicatos y asociaciones de prisiones cuando se producen las muertes de personas presas?

César Manzanos Bilbao, de Salhaketa Araba, en Naiz, 7-V-2024

Abolicionismo La cárcel mata Muertes en prisión

Abajo los muros de las prisiones” es un recurrente eslogan utilizado por el movimiento anticarcelario en su llamado a acabar con las cárceles como herramienta del Estado opresor. Lejos de parecer una idea obsoleta, esta consigna está más actual que nunca, ya que el uso de la prisión se ha extendido y masificado por todo el planeta, sin producirse la reducción de los delitos. Veintitrés años después de comenzado el nuevo siglo, ya hemos batido todos los records de personas encarceladas en el mundo, casi 12 millones. De todas ellas, una tercera parte, son inocentes, es decir, todavía no han sido juzgadas ni declaradas culpables. Este dato alarmante nos lleva a otro no menor, la afectación directa por la pena de prisión de 23 millones de criaturas, estos es, el 1% de toda la infancia mundial tiene a su padre o madre encarcelada.

La pena que nació como una humanización del castigo, con la finalidad de disciplinar los cuerpos para el sistema capitalista y el heteropatriarcado, se ha convertido en la actualidad en una forma de neutralización de la persona encerrada desde la venganza. Las condiciones de vida que impone la prisión, afecta negativamente todos los aspectos de la vida humana y de forma preferente a aquellas personas que están más excluidas por el sistema económico depredador. El colonialismo capitalista genera una violenta desigualdad extrema y la forma de gestionar el empobrecimiento que engendra es “librarse” temporalmente, o no tan temporalmente, de estos “desechos”. De ahí que aparte detrás de unos altos muros, fuera de las ciudades, férreamente custodiados por las policías, a millones de personas empobrecidas, racializadas, con serio sufrimiento emocional, con consumos problemáticos, desahuciadas, abandonadas…

Además, comprobamos que existe una aplicación desigual de esta pena, ya que las prisiones están llenas de personas empobrecidas, con una sobrerrepresentación de ciertos colectivos (extranjeras, racializadas, indígenas, discapacitadas, etc.). La construcción social del delincuente nos impide ver como tales a aquellas personas que se lucran con las explotación del trabajo ajeno, que cotizan en el IBEX-35 y cuyo daño social económico es de grandísimas proporciones. En cambio la discriminación y la selectividad penal funciona perfectamente con aquellas personas no normativas, o que viven en las periferias, con tonalidades de pieles más oscuras, inconformes con su realidad.

La cárcel también es sinónimo de violencia, una violencia implícita y explícita de un sistema basado en el dolor, la pena y la venganza. Incluso la mejor cárcel resulta sustancialmente inaceptable, generadora de indignidad humana. La pena de cárcel es un castigo que no reinserta, dado que la mayor parte del presupuesto empleado se utiliza en medidas de seguridad y las tasas de reincidencia son altas debido a su carácter criminógeno (esto es que reproduce el delito); que empobrece a una mayoría, ya que cuando las personas salen, habrán perdido sus empleos y sus bienes (si los tenían) y en algunos casos hasta sus familias; que enferma, pues las condiciones de encierro provocan dolencias físicas y psíquicas, muchas de ellas irreversibles; que castiga a inocentes, debido a que la condena se extiende a toda la familia y personas allegadas que no han  cometido ningún delito; que estigmatiza, dificultando sobremanera la reincorporación de las personas al lugar de procedencia; que no repara a la víctima pues se basa fundamentalmente en la vendetta y no en la responsabilización ni la reparación del daño; que reproduce la violencia, ya que esta es una parte inescindible de las instituciones totales y no podría funcionar sin la misma. A lo que se podría añadir un largo etcétera.

Hoy en día, en nuestro país, la cárcel se ha desdoblado en otras realidades espejos llamados Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs). Auténticos campos de concentración modernos donde se condena al encierro a personas sin haber cometido delito ninguno. Lugares de no derechos y de máxima expresión del poder punitivo del estado, donde se cercena el derecho humano a circular libremente y elegir la residencia en el territorio de un país. Por eso también es importante exigir el Cierre de los CIEs y el derecho a migrar de forma segura.

Sabemos que todos estos muros no caerán solos, hay que derribarlos y crear alternativas para resolver las causas, los conflictos y reparar los daños. Mientras tanto, habría que reducir el uso de la prisión a su mínima expresión para lograr desaparecerla algún día. ¿Cómo podemos hacerlo? Algunas propuestas pasan por ampliar las concesiones de terceros grados, incrementar las penas alternativas y acabar con la violencia extrema que suponen los primeros grados o el régimen de aislamiento; o legalizar y regularizar la producción, distribución, venta y consumo de drogas; incentivar la justicia transformativa; reparto de la riqueza y reducción de las condiciones de empobrecimiento con la renta básica de las iguales… Todo ello solo será posible con más organización, comunidad y apoyo mutuo. En ello estamos, en construcción.

Alicia Alonso Merino

Fuente: Desinformémonos, 24-III-2024

Abolicionismo

ABOLIR EL AISLAMIENTO PENITENCIARIO

Decía Foucault que la soledad [impuesta] es la condición primera de la sumisión total. Por eso no es de extrañar que el aislamiento penitenciario, el confinamiento solitario o como se quieran llamar los regímenes de vida excepcionales en las prisiones de todo el mundo, sean consustanciales a la idea misma de prisión: someter y neutralizar. Lejos o en el papel mojado quedan los derechos de las personas presas o los principios de reinserción, reeducación, rehabilitación que proclaman las constituciones cuando se trata de anular al enemigo interno, el delincuente.

Ya sea utilizado como sanción frente a la indisciplina grave, como medida administrativa de seguridad, protección o por decisión de un juez, las consecuencias del aislamiento en los seres humanos son desastrosas. Así lo reconocía Juan1 que pasó un año en aislamiento mientras estuvo preventivo: “Es como un infierno, si no estás fuerte te vuelves loco. La gente se suicida, quema el chabolo, se hablan solos… y tú lo escuchas2.

La reducción de estímulos a todos los niveles debido a la falta de actividades y contacto humano significativo genera daños en la salud física, mental y social de quienes se aplica. Las investigaciones y estudios hablan que estos van desde el insomnio y la confusión hasta la alucinación y la psicosis3, riesgo de automutilación y suicidio. Asimismo este régimen se ensaña con aquellas personas que previamente tienen sufrimiento mental, patologías o tóxicodependencias. Como lo confirma Marcos, después de pasar años por un largo confinamiento solitario: “Las personas que moran en estos departamentos, son personas que ya de por si están arrasadas, personas que no tienen ningún control de sí mismas, de sus vidas, personas con una serie de problemáticas, trastornos y patologías mentales que les impiden o incapacitan para vivir en un contexto de cierta normalidad. No digamos ya para resistir o combatir los terribles efectos que produce, el régimen de aislamiento o primer grado, produciéndose una situación de extrema crueldad quedando atrapados y enquistados en ese régimen brutal, que se ceba con ellos y les aplica e inflige con toda contundencia los mismos remedios. Porque la institución es ciega a las personas, y sus circunstancias personales, es una máquina trituradora.

Además, las condiciones materiales en las que se desarrolla el aislamiento, agravan aún más el sufrimiento. Isabel, presa en primer grado, a su salida testimoniaba como “Los módulos de aislamiento están situados en bajos, las ventanas están enrejadas lo que no permite la luz natural y además a metro y medio de la celda hay un muro, que no te permite ni siquiera ver el cielo. La luz artificial de la celda está en una pared y es una pequeña bombilla dentro de una caja de plástico, esa luz no permite leer ni en la cama ni en la mesa ni siquiera de día”. Condiciones confirmadas por Julián, también sobreviviente del aislamiento: “Duchas atascadas, mucha suciedad, colchones con vómito o rotos… Las ventanas daban para un patio muerto, muy pequeño, tapado con alambre. La única visión del mundo que teníamos era trocitos del cielo azul de la sierra madrileña.

La opacidad que envuelve a este tipo de régimen de vida carcelaria y las condiciones que suponen puede también dar lugar, como afirma el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura (CPT), a que se inflijan malos tratos de forma intencionada4. Por todo ello, los Principios Básicos para el Tratamiento de las Prisiones de las Naciones Unidas (1990), establecieron que debían emprenderse y fomentarse esfuerzos dirigidos a la abolición del régimen de aislamiento como castigo, o reducir al máximo su uso.

Para informar sobre la regulación legal sobre el aislamiento penitenciario, exponer las graves consecuencias físicas y psicológicas que genera su aplicación, visibilizar los relatos de personas que lo han sufrido y manifestar que la regulación prevista supone un trato cruel e inhumano, una veintena de organizaciones de derechos humanos en el estado español han lanzado una campaña por la Abolición del Aislamiento Penitenciario5. Visibilizar es el primer paso para erradicar.

Alicia Alonso Merino

NOTAS

1 Los nombres empleados son ficticios para evitar identificaciones y represalias.

2 Los testimonios aquí recogidos forman parte del Informe de la Campaña por la Abolición del Aislamiento Penitenciario.

3 Declaración de Estambul.

4 CPT/Inf(2011)28-part2 Confinamiento de presos en solitario.

5 Puedes revisar el informe en el siguiente enlace: http://tokata.info/wp-content/uploads/2024/03/Informe-para-la-campana-por-la-abolicion-del-aislamiento-penitenciario.pdf

Fuente: https://desinformemonos.org/

Abolicionismo Régimen de Máxima Crueldad

¿Qué efectos tiene el régimen carcelario? ¿Y el discurso punitivista en la salud mental? ¿Y en las personas migrantes? ¿Cómo limita la mirada punitivista (que pide más y más castigo, más y más penas) a las propuestas emancipadoras?

El sábado 27 de mayo en La Villana de Vallekas se celebró el conversatorio en relación al libro Feminismo Anticarcelario. Participaron, además de la autora del libro Alicia Alonso Merino, Belen Santos, Nuria Alabao y Ana Gordaliza.

Abolicionismo Actividad en la calle Mujeres presas

De muestra, a continuación, un artículo de la autora y otro más largo y sustancioso que podéis leer o descargar picando en el título, en rojo, que va abajo del todo.

LA CÁRCEL, UN CASTIGO PATRIARCAL PARA LAS DESOBEDIENTES

En nuestra cultura occidental y a lo largo de la historia, las mujeres que han desobedecido los mandatos de género y se han rebelado contra la opresión, con frecuencia, han recibido diferentes tipos de castigos como la soledad, el destierro, la cárcel o la muerte. Desde Lilith y Eva, hasta Milagros Sala, la Machi Francisca Linconao, Marielle Franco, pasando por Manuela Saez o Micaela Bastidas, todas ellas han recibido castigos ejemplarizantes o han cargado con sus culpas durante siglos.

En muchos casos, a las mujeres que desobedecían se las tildaba de malas o malvadas. La historia cultural construida sobre la maldad de las mujeres es larga y combina el temor y el control de su sexualidad. Por su función de transmisoras de la cultura, era indispensable tutelar y someter a las mujeres para dominar el mensaje a transmitir.

En «Calibán y la bruja»[1], Silvia Federici llama la atención sobre la importancia que la subordinación de las mujeres ha tenido en la transición del feudalismo al capitalismo, con consecuencias que llegan hasta la sociedad actual. La historia del castigo a los saberes, la autonomía y a la insubordinación femenina a la autoridad patriarcal llevó a la ejecución de cientos de miles de “brujas”.

Los cuerpos de las mujeres, su trabajo, el poder de su sexualidad y la reproducción, su capacidad de curar, fueron puestos bajo el control de Estado y de la Iglesia, y se castigaron de forma pública y con gran sadismo innumerables comportamientos femeninos que pasaron a ser vistos como deleznables por la población. En el continente americano, a los instrumentos de control de la supremacía masculina y misoginia del catolicismo se unieron la violencia de la conquista y la colonización[2].

Con el paso de los siglos esta tendencia se ha mantenido a través de un control social informal ejercido por las relaciones familiares, laborales, profesionales o sociales. Cuando el control social informal no es suficiente, entra en escena el sistema de justicia criminal, que pasó a condenar a las mujeres por situaciones específicas. La misma sociedad heteropatriarcal que sobrevaloró la maternidad como institución, penalizó todos aquellos comportamientos no encaminados a la reproducción, reprimiendo la sexualidad no reproductiva, castigando el aborto, el adulterio y la prostitución [3].

La lógica punitiva se enfocó históricamente en criminalizar la pobreza y a las mujeres que se “desviaban” de la moral imperante, a las pecadoras, ociosas, aquellas que vivían fuera del control masculino. Las tesis del positivismo penal y criminológico del siglo XIX de Lombroso y Ferrero, ayudaron a reforzar el sexismo y los estereotipos de género. Según estas concepciones, la mujer delincuente era como un ser monstruoso, dado que no solo trasgredía las leyes sino la expectativa derivada de su rol social de género. Las mujeres que delinquían eran para estos criminólogos especialmente “degeneradas” e insensibles moralmente, ya que no solo violaban las normas legales sino también las normas sociales de su condición femenina [4].

Para estas transgresoras se creó un sistema de encierro que reforzaba los ordenamientos de género ligados a lo doméstico y a la religión. Las cárceles de mujeres, llamadas en origen, Casas de Corrección y gestionadas por congregaciones religiosas tenían como objetivo central redimir a las pecadoras y disciplinar a estas mujeres. Tras el paso por estas cárceles, se esperaba que se incorporasen a la sociedad organizada por las élites[5], como servidoras de la burguesía y de la fe cristiana.

El castigo, en las Casa de Corrección para mujeres, operaba como un agente cultural, que, reforzando la “ideología de la domesticidad”[6], modelaba la imagen de la mujer madre, trabajadora, eje de hogar. El castigo también trasmitía las virtudes de la moral cristiana[7].

Este sistema de encierro femenino que consolidó los ordenamientos de género ligados a lo doméstico y a la religión, sigue de alguna forma vigente hasta nuestros días, pues sólo hace unas décadas que las religiosas dejaron de tener presencia en estos lugares de detención.

Las cárceles actuales no dejan de ser una expresión simbólica del patriarcado donde se intensifican estos sistemas de dominación y discriminación. Los rígidos sistemas de disciplina y sanciones en su interior, son atravesados por prejuicios vinculados a factores de interseccionalidad, tales como la extranjería, la pertenencia a pueblos originarios, la pobreza, las diferentes capacidades o la orientación sexual y expresión o identidad de género. Para las mujeres y disidencias, la prisión es un continuum del control patriarcal, y una herramienta para el castigo y la disciplina. Luchar contra esta forma de castigo es también una forma de luchar contra el patriarcado y el capitalismo.

[1] FEDERICI, Silvia. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Traficantes de sueños. Madrid. 2010.

[2] GARGALLO CELENTANI; Francesca. Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América. Editorial Quimantú. Santiago de Chile. 2013. Pág. 23 y 29.

[3] CALVO FAJARDO, Yadira. Las líneas torcidas del derecho. 2da. ed. – San José, Costa Rica: ILANUD. Programa Mujer. Justicia y Género. Costa Rica. 1996. Pág. 13.

[4] LOMBROSO, C. y FERRERO W. La femme criminelle et la prostituée, Félix Alcan Éditeur, París, 1896. http://fama2.us.es/fde/ocr/2008/laFemmeCriminelle.pdf

[5] MALLAGRAY, Lucía. El asilo del buen Pastor en Jujuy. Un proyecto Correccional de mujeres (1889-1920). Revista de Historia de las Prisiones N° 8. INIHLEP. Universidad Nacional de Tucumán. Págs. 96-120. Argentina. Enero-Junio 2019. Pág. 96

[6] CASULLO, Fernando; BOHOSLAVKY, Ernesto. Sobre los límites del castigo en la Argentina periférica. La cárcel de Neuquén (1904-1945), Quinto sol, N° 7. Argentina. 2003. Págs. 37-59. https://cerac.unlpam.edu.ar/index.php/quintosol/article/view/683

[7] ALONSO MERINO, Alicia; REYES REYES, Evelyn. “Mujeres y delitos: cuatro siglos de desobediencia en Chile”. Revista ClioCrimen, No. 17 (2020), ISSN: 1698-4374; D.L: BI-1741-04, España. pp. 275-296.

Alicia Alonso Merino

En https://desinformemonos.org/la-carcel-un-castigo-patriarcal-para-las-desobedientes/

La violencia institucional en las sanciones disciplinarias de las reclusas

Abolicionismo Actividad en la calle Mujeres presas

¿Nos atrevemos a imaginar una sociedad como la nuestra (…o tal vez diferente) sin cárceles?

Quizás nos acerquemos a este texto con precaución o, incluso, con desconfianza. Pero al sumergirnos en sus datos y, sobre todo, en sus historias de vida, las dudas se disipan como una neblina que nos impedía vislumbrar un horizonte más amplio: aquel en el que las mujeres pobres y racializadas, personas con orientación sexual o expresión de género diversas, o con enfermedad mental y falta de oportunidades, no paguen con sus cuerpos y sus vidas la “culpa” de ser lo que son o de nacer donde nacieron.

Estas personas están sobrerrepresentadas en las prisiones de todo el mundo.

Los textos que llenan este libro, publicado por Zambra/Baladre, CGT y Libros en Acción, nos ayudan a reflexionar sobre el origen y la historia del castigo ante la insubordinación a la autoridad patriarcal y los roles sociales, que se ceba en las mujeres.

Nos hablan de un punitivismo vinculado al tráfico de drogas que afecta especialmente a mujeres pobres y racializadas, sin que conduzca a ningún resultado positivo ante el problema de salud pública que suponen las drogas.

Nos demuestran la triste relación existente entre cárcel, enfermedad, violencia obstétrica, aislamiento y otras formas de tortura, enfermedad mental, autolesiones, huelgas de hambre y suicidios. Todo ello en proporciones mucho más altas que fuera de los muros de las prisiones.

Inciden en las consecuencias del encarcelamiento que se extiende más allá de la prisión, ya que empobrece, estigmatiza, enferma y genera mayor exclusión social. Y en el caso de las mujeres afecta a su entorno, desintegrándolo, por el rol de cuidadoras que detentan la mayoría de ellas.

Y también nos hablan de lucha. De cómo las autolesiones son un grito contra la injusticia y se convierten en herramienta de resistencia frente a la opresión del encierro o la barbarie del aislamiento. De asociacionismo y resistencia. De la necesidad de manifestarnos en contra de esta forma de castigo como un modo más de luchar contra el patriarcado y el capitalismo. De la evidente reivindicación ante el aplastamiento de los derechos humanos más básicos que supone el absurdo de las presas políticas.

La autora nos recuerda que los Estados y las instituciones penitenciarias tienen el deber de garantizar la salud y la integridad física y psíquica, así como velar por la seguridad de las personas privadas de libertad y por la reinserción posterior. Sin embargo los datos, estudios e historias de vida demuestran que esto no se cumple. Muy al contrario, los Estados venden presas para quitárselas de encima y las cárceles empeoran la situación de las personas, consolidan la experiencia del delito y alimentan los problemas sociales al no solucionar las causas que los crean.

La esperanza reside en la lucha. Asociaciones y proyectos de acompañamiento, apoyo y organización de las presas nos ponen un espejo sobre aquello que queremos encerrar tras los muros, nos enseñan empatía y construyen espacios de supervivencia y dignidad.

Y, por supuesto, apelan a nuestra responsabilidad para no estancarnos en la comodidad de esconder aquello que no queremos afrontar como sociedad: los problemas reales que viven las comunidades de las que proceden esas personas encarceladas y las causas de esos problemas, que deberíamos ser capaces de afrontar de formas más constructivas, empáticas y funcionales.

Editorial Zambra/Baladre

Actividad en la calle Abolicionismo Mujeres presas