Gilberto estaba detenido en los tiempos de Pacheco en una comisaría de Canelones. Era el año 67.
Unos gritos le despertaron a él y al resto de detenidos que habitaban el pabellón. Eran los gritos de dolor procedentes de Walter, un muchacho de diecinueve años al que estaban torturando.
A Gilberto se le erizaban los pelos porque no eran gritos cualesquiera, eran gritos de dolor, dolor. Cada tanto empezaban, cada tanto acababan, y así durante unas cuatro horas.
Entre grito y grito Gilberto escuchaba a los policías como hablaban:”¡Está bravo el sargento! ¡Si este no canta lo revienta!”. Después se hizo el silencio.
Gilberto se hacía el dormido tapado con la manta hasta la cabeza. Cuando escuchó los pasos de los policías andar por el pabellón se destapó, solo un poquito, los ojos nomás para mirar. Y ahí cerquita suyo pasaba el ataúd con el muchacho que no cantó sino gritó y el sargento lo reventó.
Adelaida Artigado
[…] Uruguay en los tiempos de Pacheco [relato] […]