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CRITERIO DE LEY

Nosotros, la población reclusa, obtenemos los escasos beneficios penitenciarios dependiendo de los criterios objetivos y subjetivos de los equipos de tratamiento de los centros penitenciarios. En España hay un alto porcentaje de internos que cumplimos todos los requisitos objetivos para obtener “beneficios penitenciarios”, desde un trabajo pasando por un permiso ordinario hasta la libertad condicional. No entiendo el porqué, esta gran mayoría cumple sus condenas íntegras o, en el mejor de los casos, solo cuando nos quedan unos pocos meses para acabar de cumplir, nos dan un par de permisos; literalmente, una propina, para que salgamos en libertad con una sonrisa.

La pregunta que nos hacemos muchos internos es ¿para qué sirve el reglamento penitenciario? Pues no hace falta ser muy inteligente para deducir que, por muchos artículos de dicho reglamento que beneficien al reo, el mismo equipo de tratamiento nos los echa para atrás, cuando el mismo reglamento dice que cualquier beneficio penitenciario depende del criterio del mismo equipo. Pero lo peor de todo es que dependemos de unas personas que apenas conocemos y que, por supuesto, apenas vemos, pues sólo nos atienden en una entrevista personal una vez cada seis meses, cuando nos van a revisar el grado y siempre para hacernos las mismas preguntas. Pero la pregunta que nos hacemos nosotros es cómo podemos confiar los internos en una equipo de tratamiento que no tiene ningún tipo de empatía ni apenas trato con nosotros: te llaman una vez cada seis meses, te hacen cuatro preguntas y hasta dentro de otros seis meses. Y, cuando te niegan el permiso a pesar de que cumples todos los requisitos objetivos que requiere el reglamento penitenciario, te argumentan simplemente que no estás preparado para tener una vida en semilibertad por motivos subjetivos. Y como para la mayoría de los jueces de vigilancia penitenciaria pesa más el criterio que el reglamento, pues a cumplir la condena íntegra. Mientras no haya un beneficio que sea decretado por ley, mientras no se obligue a los centros por algún artículo y se derogue el criterio de los equipos, seguiremos en al misma situación.

La excarcelación por enfermedad es otro de los derechos que tenemos los reos que en la mayoría de los casos, más de un 90%, no se cumplen. Un pensamiento de los equipos de tratamiento de los centros penitenciarios es otorgar este beneficio justo cuando a las personas afectadas les quedan pocos días para morirse, siempre saliendo del centro penitecianciario al hospital. Sin dar la mínima opción a que puedan morir en un entorno familiar, en sus propios hogares. Según este pensamiento, la persona gravemente enferma, en lugar de aprovechar para bien esta medida que está en el reglamento penitenciario, la utilizará para delinquir. Esta es la retorcida manera de pensar de un grupo de “profesionales” que se olvidaron su corazón en la entrada de los centros penitenciarios y aún no se han dado cuenta de que entran a trabajar sin él. Pero lo peor de todo, para mí al menos, lo más grave es que estas actuaciones son avaladas tanto por los jueces como por los gobiernos.

AISLAMIENTO

Creo que la finalidad de que un interno acceda a este lugar es para separarte de tus compañeros, cuando demuestras una agresividad que pone en riesgo su integridad. Al menos debería de ser así, y en muchos de los casos no tengo ninguna duda de que es correcto. El problema es el trato que nos dan los carceleros en este departamento. Digo el trato, aunque sería mejor decir el poco o ningún trato, porque, una vez que acabas en el módulo de aislamiento, eres totalmente olvidado por ellos.

Yo, personalmente, han sido muchas las veces que he acabado en este lugar y casi siempre solo me abrían la puerta para darme la comida o la medicación. El timbre para llamar a los carceleros era mejor no pulsarlo, pues, si lo hacías, venían con las porras para recordarte con ellas en la mano que no debías hacerlo. El ninguneo, los malos tratos, vejaciones, insultos y un etcétera inacabable de detalles que podría enumerar sobre cómo se nos trata en este departamento. Y el problema no es sólo esto, sino que los médicos hacen oídos sordos sobre esta cuestión. Estamos totalmente olvidados y, cuando denunciamos sobre estos asuntos, fácilmente nos desacreditan. Es muy fácil desacreditar a un reo ante un juzgado, incluso ante la prensa. Somos delincuentes, estamos acostumbrados a mentir en cualquier situación, a no respetar a nuestros semejantes, por eso digo que a la hora que los carceleros quieran airearse de estas denuncias, con decir cualquier barbaridad sobre nosotros lo tienen todo ganado.

Incluso en los juzgados, esta clase de denuncias no les interesan, pues es lo que han demostrado a lo largo de mis condenas. A mí, en lo personal, me han dado tales palizas que me han dejado el cuerpo marcado con hematomas. Cuando he denunciado rápidamente, el juzgado instrucción ha tardado varios meses en enviar un forense para reconocerme. Claro, una vez transcurrido ese tiempo, ya no queda ninguna huella de la paliza. Es todo un engaño sobre el papel. Lo que quiero decir con esto es que, una vez que ingresamos en los módulos de aislamiento, estamos totalmente anulados y a merced de los carceleros, actuando ellos a su antojo sobre nosotros.

No hablo más sobre esto, porque me pongo enfermo, y con esto acabo, que con estos y otros hechos, un interno, con el paso del tiempo, durante la condena, va acumulando mucho odio, hasta el punto de que cuando llegue el día de salir somos una bomba en la calle.

MALOS TRATOS

Por desgracia, en estas casas he sufrido muchos abusos y palizas por parte de los funcionarios. Siempre venían en manada, como lobos hambrientos.Y lo cierto es que sobre esto me cuesta decir algo, pues, si no tienes un buen abogado que le untes bien de dinero poco puedes hacer. No sé las denuncias por malos tratos que he cursado y, a pesar de que en la mayoría de ellos me han dejado la cara y el tórax como un cromo de los hematomas, venía el médico forense a verme a los tres meses aproximadamente de darme la paliza, cuando, os lo podéis imaginar, todos los hematomas habían desaparcido. Y, como no tengo pruebas materiales, imágenes, testimonios o partes de lesiones y, como ellos tienen presunción de veracidad, mi palabra no vale una mierda. Lo dicho, a no ser que tengas un buen abogado que le untes bien de dinero, para exigirle al juez, entre otras cosas, que se presente el médico forense en el día, poco puedes hacer.

Sé que es jodido decir esto, pero es la realidad y, como he dicho antes, a la sociedad estos asuntos le importan una mierda. Ojalá hubiera jueces o subdirectores de seguridad competentes que supieran y quisieran frenar estas acciones, ojalá desaparecieran de las cárceles estos abusos violentos, pues, si fuera así, estoy completamente seguro de que nosotros, la mayor parte de los presos, al salir, lo haríamos sin ese odio que ilumina nuestros ojos.

CONFORMISMO

Esto debe de cambiar. Eso sí, lo que no entiendo es cómo nosotros estamos sufriendo estas situaciones y no nos hemos rebelado ¿O es que hemos aprendido a ser conformistas? Veo como los internos nos callamos sobre todo esto, lo pasamos en silencio, como si ya nos hubiéramos resignado. Como ya he dicho antes, todo esto debe cambiar, porque la reflexión que yo hago es: ¿para qué portarnos bien en la prisión, si el resultado va a ser el mismo? Es complicado explicar una reflexión sobre el conformismo. Quizá la mejor forma sea comparar generaciones diferentes. Desde los años ochenta hasta el día de hoy, el perfil de los presos en las cárceles españolas ha experimentado un cambio notable, acentuándose en los tiempos actuales la pasividad ante cualquier situación. Viendo a diario sin reaccionar siquiera injusticias que repercuten sobre nosotros: malos tratos, abusos de autoridad, engaños, chantajes, etc, etc. Hay que decir que siempre hay alguno que se rebela ante estos hechos. Por supuesto, aún quedan internos despiertos que les queda algo de orgullo, aunque son pocos y van quedando menos a medida que pasa el tiempo. Cuando la dirección de un centro observa en un interno este tipo de perfil, rápidamente lo traslada de prisión o toma medidas similares, más que otra cosa, para que no se agite el rebaño.

Quiero remontarme en principio a los años ochenta, pues en esta época conocí las prisiones por primera vez y es una buena forma de tomar referencias. En aquellos tiempos, nosotros los internos estábamos mucho más unidos. Ante cualquier situación agresiva por parte de los profesionales del centro, los presos reaccionábamos en grupo, sin dejar que cometieran ningún tipo de abuso con ninguno de nosotros. Son muchos los casos que puedo enumerar. Por ejemplo, cuando venía la comida en mal estado o mal elaborada; o cuando se querían llevar a alguien para aislamiento sin motivo justificado, y un largo etcétera. Cuando ocurría este tipo de situaciones, nosotros nos uníamos y nos rebelábamos ante ellas. Ellos, me refiero a los carceleros, lo llamaban motín, nosotros lo llamábamos que nos pisaban nuestros derechos. Lo cierto es que en aquella época los patios de las cárceles eran más agitados, incluso había más violencia entre nosotros, también había más droga, más pinchos… Todo este tipo de situaciones es cierto que eran más negativas, pero no nos dejábamos pisar por los carceleros ni chantajear por los equipos técnicos. A pesar de tantas diferencias que teníamos los presos, a la hora de estar unidos, lo estábamos, éramos un colectivo.

Estoy seguro de que con estos hechos, la dirección de los centros penitenciarios estudiaron la manera de separar individualmente a los internos para deshacer el colectivo y frenar este tipo de comportamientos, y no les resultó muy difícil. Primero empezaron a chantajear con la metadona, retirando las tomas a aquellos internos que enseñaban los dientes y, en algunos casos, a internos que los llevaban a aislamiento, no se la daban hasta el día siguiente. Los internos, por no pasar este tipo de abstinencia o, vulgarmente, “mono” empezaron a tener un poco más de cuidado con sus palabras y con sus hechos, pues los internos que tomábamos metadona no nos podíamos permitir el lujo de estar cuarenta y ocho horas sin la toma.

Después, llegaron los módulos terapeúticos y de respeto, que fueron un verdadero éxito para los directores de los centros penitenciarios, y una herramienta que para los equipos técnicos funciona muy bien, pues es donde han sabido, por fin, individualizar a los internos con una rotundidad asombrosa, hasta el punto en que somos chantajeados sin ni siquiera darnos cuenta. Nos prometen, si vamos a estos módulos, que vamos a tener una mejor convivencia y que se nos darán todos los beneficios penitenciarios, desde un primer permiso hasta la libertad condicional, pero para conseguir estos logros debemos de cumplir con una serie de actividades y terapias para cumplimentar nuestro tratamiento individualizado. En un principio, así fue. Es más, íbamos a estos módulos internos con problemas de drogas, ya curtidos en prisiones, con largas permanencias. Pero esto sólo sucedió durante un tiempo. Poco a poco, fueron recortando permisos a los internos y ya ingresaban a estos módulos internos de otras características y, sobre todo, internos que ingresaban en prisión por primera vez y a este tipo de internos, a los primerizos, se les puede manipular muy bien.

A día de hoy, estos módulos parecen compañías militares, con una disciplina por la que la gente se inclina a lo que quiera la dirección de los centros, pero sin obtener los beneficios penitenciarios que fueron prometidos al principio. Hasta no llevar casi toda la condena cumplida no te dejan salir de permiso. Es cierto que el perfil de internos que entran ahora en estos módulos suele ser el de internos que entran en prisión por primera vez, y los que no son nuevos, llevan un tiempo considerable con buen comportamiento. A los primerizos se les manipula muy bien, pues sólo conocen las prisiones por lo que les han contado en la calle o han oído o visto en los medios de comunicación. Y el resto de los internos que ingresan en este tipo de módulos también es muy fácil de manipular y engañar, pues a estos les prometen beneficios que nunca llegan.

Es como si todos nosotros nos pusiéramos una venda en los ojos para no ver nada, dejando que nos guíen a su propio capricho y hagan con nosotros simplemente NADA, dejando que cumplamos nuestras condenas sin ningún tipo de beneficio penitenciario y, si ofrecen a algún interno algún permiso de salida, lo hacen cuando su condena está casi cumplida, lo justo para salir, como máximo, un par de permisos. Y, mientras tanto, nos tienen dentro de los módulos de respeto, limpiando, haciendo terapias y cursos que no sirven para nada pero sí están subvencionados por el estado, que realmente es de lo que se trata, un negocio y un transcurso del tiempo. Algún interno de los módulos de respeto se da cuenta de lo que se trata o, simplemente se cansa de recibir notificaciones de los permisos denegados, y se rebela. Pues, simplemente, el equipo técnico le da de baja del módulo de respeto y lo traslada a un módulo convencional, para que no caliente a sus compañeros. Así funcionan en los módulos de respeto.

Engañados, chantajeados y traicionados por las direcciones de los centros penitenciarios que deberían ser las primeras en dar ejemplo de moralidad. Claro, luego salimos en libertad con la condena cumplida íntegramente, con unas formas de agresividad que es cuestión de tiempo que volvamos a entrar en prisión. Y a todo esto el estado lo llama reinserción. Yo, personalmente, lo llamo laberinto.

NO PERMITAMOS QUE NOS DIVIDAN PARA NO SER VENCIDOS

Con el paso de los años, he visto como los internos de los centros penitenciarios se han ido dividiendo, hasta el punto de que hoy en día una gran mayoría de la población reclusa están totalmente anulados. El detonante de esta actitud de la mayoría de los reos es sin duda la manipulación hacia nosotros de aquellos que dirigen las prisiones. Los engaños, las falsas promesas, sobre todo, nos hacen creer en unas metas que cuanto más cerca pensemos que nos encontramos de finalizar nuestras condenas más lejos estamos.

Nos hemos acostumbrado a adaptarnos a cualquier situación, incluso sabiendo que se están cometiendo abusos de autoridad, actuamos como si no ocurriese nada, sin luchar o, mejor dicho, sin reclamar, resignados a que esta situación sea el pan de cada día. Actuamos de esta manera por miedo, pero no por miedo físico, sino por miedo a lo que pasará mañana. Si actuamos de forma contraria a esta reflexión y, sobre todo, de forma valiente, pensamos que vamos a perder algún beneficio penitenciario que, por supuesto, nunca llega. Y digo esto porque el miedo es una de las armas que usan los profesionales de los centros penitenciarios para tenernos distanciados entre nosotros, pero, sobre todo, totalmente anulados.

Aunque aún a día de hoy nos encontramos internos que no doblan la rodilla ante ninguna situación y, en vez de tener compañeros que les apoyen, compañeros que abran los ojos, que activen todos los sentidos para darse cuenta de que, si no estamos totalmente unidos, seguirán haciendo con nosotros lo que ellos quieran. Mientras muchos de nosotros no estemos con esta actitud, los que no doblan la rodilla serán aislados o trasladados de prisión en prisión, sin dejar que se acomoden en ningún centro. Y, por supuesto, a estos se les anula con mayor facilidad, por el método del aislamiento.

Hay otras herramientas para conseguir de nosotros esta finalidad. Hemos hablado del miedo, pero también existe la medicación que también funciona de forma excelente para tenernos totalmente divididos y, por supuesto, anulados. Con la toma de tanta medicación, a veces demasiada para una sola persona, anulamos nuestros deseos de mirar hacia mañana, enfocando el día en conseguir más medicación u otro tipo de droga. De esta forma no nos damos cuenta de la situación en que nos encontramos. Incluso me atrevería a decir que para el equipos técnico es mucho más fácil tratar con los internos bajo los efectos del colocón, hablando vulgarmente. Sí, bajo los efectos del colocón. Lo cierto es que es una verdadera pena hablar así, pero es la realidad.

He hablado del miedo, del aislamiento, de la violencia, de la medicación y de los módulos de respeto. Son herramientas para tenernos divididos, aunque, por supuesto, a un preso se le puede divididr y anular de muchas maneras. Debemos abrir los ojos o quitarnos esa venda y ver las cosas con claridad, pero, sobre todo, dejar de pensar solamente en nosotros mismos para fortalecer la unión, pues la unión, siempre PACÍFICA, es la mejor arma que podemos tener los presos de todo el país, pues mientras no estemos unidos seguirán haciendo con nosotros todo aquello que el equipo técnico considere oportuno, es decir, NADA.

Jorge Alfonso Vázquez Campillo, Chino

Boletín Tokata Noviembre 2022

El Boletín Tokata Vuelve A Las Andadas

La Lucha Puede Y Debe Continúar

 

Cárcel=Tortura Cadena perpetua Debate sobre objetivos y medios de lucha Desde dentro Módulos de vergüenza

Entrevistamos a Alberto Pedrosa, recién salido del módulo de respeto de la cárcel de Abocàsser, y nos cuenta su cruda experiencia y las torturas, vejaciones y chantajes a las que fue sometido en su estancia. También hablamos con Toñi, madre de Javi Guerrero Carvajal, que nos pone al tanto de su situación actual: ha abandonado la huelga de sed pero continúa con la de hambre por las presiones a las que se ve sometido por varios funcionarios.

Javi Guerrero Módulos de vergüenza Radio: Tokata Y Fuga

En las cárceles de Córdoba, en Argentina, según la Agencia Para La Libertad:

Antes de conceder una libertad, ya sea condicional, asistida u otras, los jueces de ejecución penal te obligan a pasar por una pericia psicológica que consiste en varios test. Si las personas privadas de su libertad, cinco, diez, quince, veinte años, se muestran ansiosas el día de recuperar su libertad (porque esa pericia no se hace antes, sino que se hace el mismo día), el juez recomienda que te quedes seis meses más para que se te pase la ansiedad (otra condena). Muy mal les va a quienes no agachan la cabeza y contestan sí señor, muy tranquilamente. Y mucho peor les va a las personas que no aman a quienes los mantienen cautivos, a los que los maltratan y torturan diariamente. Los jueces de ejecución exigen que las personas desarrollen bien el síndrome de Estocolmo, que se enamoren de sus verdugos.

A quienes no se adaptaron al régimen denigrante al que son sometidas.

A quienes se quejan por no tener atención médica, por no tener acceso a la educación, una mejor alimentación, o simplemente diez minutos más en el patio.

A quienes reclaman por el fin de la requisa vejatoria.

A las personas que reclaman una mínima mejora a las monedas que el servicio penitenciario les da por salarios.

A las que destierran en cárceles lejanas de su familia y de sus afectos, si se quejan el estado les muestra que todavía les puede ir peor, para eso están los calabozos y pabellones de máxima seguridad, adonde el aislamiento es total.

Muy mal les va a quienes no agachan la cabeza y contestan sí señor, muy tranquilamente.

A quienes no quieren renunciar a sus derechos.

Los jueces de ejecución exigen que las personas desarrollen bien el síndrome de Estocolmo, que se enamoren de sus verdugos.

El poder judicial pretende que las personas se acostumbren a las injusticias. Que las naturalicen.

Estos señores que administran justicia, procuran que cuando la gente llegue a su despacho, no protesten por las condiciones paupérrimas en las que viven, pero si lo hacen, ellos desmienten de manera categórica la situación.

Entonces me pregunto, ¿quien tiene el problema psicológico?

¿No serán los jueces que no quieren enfrentarse a los conflictos negando su existencia? Esto sería una negación.

Aunque sospecho que el grave problema no es ese, y que ellos son bien conscientes de lo que hacen. Lamentablemente.

Cárcel=Tortura Internacional Módulos de vergüenza

Los medios de control dentro como fuera de las prisiones están siendo cada vez más sutiles y efectivos. ¿Para qué instalar cámaras de video vigilancia? ¿Para qué contratar más carceleros y policías? Si tenemos a muchos que realizan el trabajo gratis. Con gran votación ciudadana están ahí para mantener el actual orden imperante, están en todas partes; puede ser tu vecino de casa o celda de al lado el posible delator.

Dentro de los medios de control en las prisiones, los módulos de respeto (m-R) comenzaron como una iniciativa experimental en la prisión de León, de ahí se exportó el modelo a la gran mayoría de prisiones españolas.

La base de estos módulos es que los propios presos participen en la gestión y mantenimiento del lugar como de sus actividades, etc., así se crea una sensación de dependencia y pertenencia al espacio. Idealmente se pretende que todos los internos generen dinámicas-formas restrictivas para si mismos y el resto, además de premiar las buenas conductas. Los carceleros actuarían en casos extremos o excepcionales.

Desde dentro Módulos de vergüenza

En esta nueva edición de Tokata y Fuga entrevistamos a Concha que nos cuenta la experiencia de su compañero en la UTE de Villabona y en módulos de respeto. Escuchamos la charla » Descodificar la UTE » y leemos una reflexión desde dentro sobre los módulos de respeto que nos envía el compañero Juan Carlos Santana Martín: Módulos De Respeto. Una Reflexión Desde Dentro.

Módulos de vergüenza Radio: Tokata Y Fuga

Desde que he sido trasladada de Cataluña a este apartado Campo de exterminio de la geografía ibérica; a medida que he ido re-descubriendo el maquiavélico rol de funcionamiento de estos hipócritas corruptos que se hacen llamar “señores funcionarios”, muchas vueltas le he estado dando a la cabeza sobre lo que, real y verdaderamente, esconden todos estos módulos que llaman de respeto. En principio me resulta chocante y malsonante a mis pabellones auditivos, que por los carceleros y la institución carcelaria en general (dirección general de instituciones carcelarias) estos módulos los hagan llamar de respeto.

Según tengo entendido, se dice, se comenta, se rumorea que son espacios libres de drogas, que solo están al alcance de aquellas internas que carezcan de sanciones disciplinarias, que mantienen buena conducta y, concedámosles el beneficio de la duda, para aquellas compañeras que pretendan encarrilar sus pasos y reinsertarse y reeducarse a la sociedad; como si alguna vez cualquier presa de este lugar llamado mundo haya dejado de pertenecer a esa fea, corrupta suciedad que nos han vendido. Otra cosa bien distinta es que estas autoritarias- fascistas y descerebradas así lo piensen, lo hayan asimilado y hasta hayan acabado por creérselo.

Esto sería una DISTORSIÓN COGNITIVA en toda regla.

Desde dentro Módulos de vergüenza

En esta «presentación» del libro «Umbrales: fugas de la institución total: entre captura y vida», de la revista anticarcelaria «Víscera» y de la librería Kaxilda de Donosti, celebrada en el Local Cambalache de Oviedo,  el 15 de marzo de 2013, en la que participan Darío Malventi, Esteban Zamora y más gente, se habla extensa y sustanciosamente, entre otras cosas, de la UTE de Villabona en sus «buenos tiempos» y del nuevo (o quizá no tan nuevo) «poder terapeútico del Estado» al que sirvió de avanzadilla.

 Más información en Tokata sobre los módulos de vergüenza

Módulos de vergüenza

El Estado social se reduce a su mínima expresión y se va transformando en un Estado policial en el que se antepone la seguridad al bienestar. En este proceso, la cárcel, como institución capaz de conjugar la retórica del castigo con la de su ejecución, juega un papel fundamental. De hecho la cárcel es una institución central de la reproducción del sistema capitalista, pues ha funcionado (y lo sigue haciendo) como un laboratorio en el que se experimentan estrategias de control que después se aplican al resto de la sociedad. La prisión vuelve a jugar un papel fundamental en la constitución de soberanía, pero ya no cumple sólo funciones disciplinarias; la captura que hace la prisión terapéutica es mucho más totalitaria, pues sus efectos punitivos trascienden con mucho no sólo el tiempo de la pena, sino también la experiencia del encierro.

La exposición corre a cargo de Esteban Zamora y Darío Malventi

Escuchar también La Cárcel Terapéutica

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La cárcel terapéutica funciona como una empresa total: su economía del castigo está orientada a obtener beneficios de la gestión, contención, vigilancia, terapeutización de la persona en proceso de reinserción. Para ti que estás dentro, hay beneficio si caes bien a los miembros del equipo terapéutico. Para ellxs que entran y salen, el beneficio es desprenderse de su rol de carcelerxs, sentirse útiles para la sociedad, perder el estigma que les sitúa en la parte más baja del funcionariado estatal.

Dario Malventi

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En el penal había algunos sujetos que aspiraban a la preeminencia, a sobresalir en todo: en sabiduría, en carácter, en talento. Algunos eran, en efecto, hombres de carácter y de talento y conseguían lo que pretendían, o sea, la preeminencia y un considerable influjo moral sobre sus compañeros.”

F. Dostoievski, “El sepulcro de los vivos

1.

Por respeto a las personas presas, no me permito una actitud conmiserativa ante ellas. No me dan pena los presos, porque, de ser yo un preso, consideraría insultante que alguien se apenara de mí, se apiadara de mí. Nadie me da pena, excepto yo mismo en algunas ocasiones. Nadie se merece, salvo por parte de uno mismo de vez en cuando, la vejación de que un otro se apiade de él, se apene de él, juegue a ganarse algún “Cielo de los virtuosos” corriendo a socorrerle, a ayudarle, sin que se lo haya pedido expresamente. Por ello, no voy a derramar hoy lágrimas a propósito de las prisiones, no me voy a “indignar” por la situación de los reclusos. Al contrario, quiero cantar a los convictos que se han ganado la prisión, quiero homenajear a los “delincuentes honestos”, a los “criminales honrados”, que diría Genet, a los reos que conscientemente violaron la ley y exhiben hoy con orgullo el castigo que los dignifica.

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