Allá, más allá del horizonte
donde el hombre escucha lo que no se dice.
Más allá del largo río,
donde sus aguas se vuelven turbias
y es imposible distinguir el fondo.
Más allá del largo y cruento coraje y bravura,
donde la ira ciega al sensato
y vuelve lo cuerdo en locura…
…Y sin embargo tan cerca, muy cerca,
donde el olor del miedo hiela la sangre
y la convierte en hielo afilado.
Cerca, tan cerca, como a mi lado,
el frío hierro acerado que me aprieta las costillas,
que me abofetea con mil carencias mis tiernas mejillas.
Que me aleja, encierra y destierra
de esta SOCIEDAD,
a la que esperan que yo algún día pertenezca…
Allá en el horizonte
donde se pierde mi mirada
vive mi alma atormentada.
Acá en esta mazmorra oscura
donde impera la locura
voy dejando malgastada mi existencia,
y si sé que aún existo
es por el llanto y sufrimiento
que en mi cuerpo
y en mi alma aún siento
Y es por es que aún siento
por lo que bolígrafo en ristre
voy narrando mis vivencias
y contando a mi manera
lo que mi larga existencia
en estas cárceles
que absorben vidas a raudales,
a patadas y sin modales…
Allá donde sólo se va una vez
y no se regresa nunca
dejaremos nuestra huella,
para que nunca nadie olvide
que otros antes estuvieron
luchando fúsil en ristre
y predispuestos a la beligerancia en todo momento
contra todo aquél que prohíba
y trate de anularnos como seres vivos
que piensan de forma distinta.
Allá donde otros antes estuvieron y no volvieron nunca
vive mi alma alborotada, mi coraje y mi bravura
llenos de ilusiones por ahora anuladas o aplazadas,
pero nunca muertas.
Con el bolígrafo como única arma
y a quien le duela
será porque alguna cosa habrá de temer.
Desde este lugar inútil, al que llaman cárcel,
y encerrado cual jilguero enana jaula de metal,
que ve frente a él la libertad prohibida,
aunque la sienta y la perciba,
escurridiza y esquiva.
Siento dolor en el alma por lo hecho
aunque ya no tenga arreglo,
justifican mi encierro calificándolo de condena
y cierto es que condenado estoy,
pero observo como es el pobre
quien sufre el encierro,
mientras aquel que llaman rico,
ni sufre, ni paga,
ni llora, ni se arrepiente de nada.
Acá en este infierno,
donde las llamas arden en el interior del alma
para que no traspasen los muros
de lo terno y de lo duro,
donde son solapados los abusos
de frecuente uso.
Allá en el horizonte, donde el hombre
escucha lo que no se dice
por miedo a la represalia malvada
de aquel que omite en su despiste
que el niño se hace hombre
y el hombre se hace aciano,
desde esta celda, canto con voz ronca
que hubo una nueva bronca
y diez pegaron a uno
-amparados en las medidas cautelares y medios coercitivos-.
Fueron diez contra uno, creen ellos,
cuando no hay más verdad
que fue uno contra diez.
Pero toda gallardía tiene un límite
y las fuerzas se agotan físicamente.
Allá en la distancia
existe un mundo para privilegiados
que malviven endeudados,
y pagan su desdicha
con otros más debilitados, prisioneros y encerrados.
Larga es la vida y extensa la justicia verdadera
y en esta noche los gatos maúllan sin parar,
como, tampoco para
mi gran herida de sangrar.
Antonio Rubiales Puerto
FIES 1-CD
Botafuegos
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