Días antes de que el gobierno decretara el confinamiento de toda la población por el corona virus, el máximo, responsable del ministerio del interior (de profesión juez y con el castigo por bandera), sabedor del drama que a nivel sanitario se vive en las prisiones, decidió matar moscas a cañonazos. En lugar de seguir las recomendaciones de su colega de sanidad y dotar a lxs carcelerxs de mascarillas, guantes y gel, optó por prohibir todas las visitas, todos los permisos, todas las salidas, añadiendo una pena extra a la condena de las personas presas cuyo único aliciente es ver a sus familiares y amigxs. De nada ha servido que instituciones internacionales, asociaciones de apoyo a presxs y más recientemente partidos políticos hayan pedido a «El Grande» la excarcelación de aquellxs presxs que, bien por edad, por padecer enfermedades graves o por razones de justicia y hasta de sentido común aconsejan aplicar esta medida. Solo se han beneficiado presxs que estaban en tercer grado, unos 5000 según información de IIPP. No resulta extraño el enfado de la población reclusa que ha exigido medidas sanitarias, realización de test, aumento de personal médico y un trato humano. Lo que han recibido, más allá de la carta de «El Grande» pidiéndoles paciencia y buen comportamiento, es silencio e indiferencia, como siempre. Escuchar del sindicato de carcelerxs, tú abandono me puede matar, que los altercados que han protagonizado lxs presxs se deben a la falta de drogas que meten los familiares en las visitas es simplemente repugnante. A estas alturas debieran saber que al gobierno en pleno le importa una mierda lo que sucede en las carceles y lo que les pase tanto a ellxs como a lxs presxs, y como muestra un botón: 270 carcelerxs contagiadxs, 396 en cuarentena, 4 muertxs. En cuanto a presxs se refiere ha habido 78 contagiadxs, 350 en cuarentena y 2 muertxs. Estos son los datos que el ministro dio a las preguntas que le formuló un diputado de EH Bildu. Seguramente no sean reales, como sucede fuera las cifras estarán maquilladas para no causar alarma social. Las cárceles son un polvorín. Cuando prenda la llama el incendio será inevitable y no hallarán otros culpables que las víctimas de este horror.
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