Cómo Mata La Cárcel. Recapitulación

Sabemos que en las prisiones del Estado español se dan toda clase de tratos crueles, inhumanos y degradantes, y que no se garantiza el respeto por los derechos de las personas presas, sino la impunidad de quienes los están violando rutinariamente. Existen dos clases de cadena perpetua, más o menos encubierta, sin posibilidad alguna de reinserción; hay un régimen especial de castigo por aislamiento que provoca la destrucción psíquica y física de las personas que lo sufren; se traslada como represalia, lejos de sus lugares de arraigo social y familiar, a las consideradas conflictivas; se explota hasta el abuso extremo a las que trabajan… La sanidad penitenciaria es catastrófica, pues la burocracia carcelera, con la excusa de una “legalidad” que no deja clara a qué administración corresponden las prestaciones, abandona cínicamente su autoproclamada obligación de asegurar a la población reclusa una asistencia médico-sanitaria igual a la de la calle; los enfermos psiquiátricos deambulan por celdas y patios, yendo a parar muchas veces al régimen de castigo en lugar de recibir cuidados; se tolera interesadamente el narcotráfico ilegal y se proporcionan con negligente liberalidad todo tipo de drogas legales… Cada dos días muere una persona presa, muchas veces por sobredosis, o por “suicidio”, a pesar de los hipócritas “protocolos de prevención” que, igual que cualquier otro supuesto “beneficio”, se aplican con tanta negligencia como rigor se emplea en todas las medidas disciplinarias. A continuación, generalmente, en palabras de familiares y amistades que no quieren guardar silencio ante el abuso e intentan organizarse para intentar hacerle frente, recapitulamos algunas de las últimas muertes ocurridas en las prisiones españolas.

Sevilla

“Mi marido José Manuel Jurado Garcia, 25 años, falleció en la prisión Sevilla 1. Una noche se puso muy malito y, a pesar de avisar todos los reclusos pidiendo ayuda, gritando “socorro que se muere”, y aporreando las puertas de las celdas, puñetazos, patadas, gritos… Tardaron dos horas en atenderlo, pero ya no se pudo hacer nada por el… A su compañero le dieron una paliza y lo metieron en aislamiento y lo trasladaron a otra cárcel, fuera de allí, para que no hablara. Por mi marido poco puedo hacer, cerraron el caso hace 4 años, pero seguiré luchando para que no vuelva a pasar y por los que están allí metidos. ¡¡Libertad para todos ellos!!”

Palma

Según un periódico local, el abogado de una asociación que vela por los derechos de la gente presa presentó denuncia contra los guardias de la cárcel de Palma por omisión del deber de socorro y homicidio por imprudencia grave, ampliándola después para incluir al Estado como responsable civil subsidiario, tras la muerte de un preso de 32 años, cuyo cadáver fue hallado en la celda donde lo encerraban el 23 de diciembre de 2016. En la denuncia se afirma que los carceleros no auxiliaron al preso, el cual estaba en malas condiciones y había anunciado que se iba a quitar la vida. Un día antes, su compañero de celda alertó mediante tres instancias oficiales a la directora de la prisión, al subdirector de seguridad y al servicio médico de urgencias de la cárcel sobre el mal estado del muchacho. En ellas, hacía constar que su compañero le había dicho que se quería suicidar y por ello «rogaba» que un médico le visitara con urgencia, ya que iba muy drogado y no le veía bien. No le hicieron caso y al día siguiente el chaval fue “encontrado” muerto junto a una jeringuilla. La conclusión provisional de la autopsia apuntó a una muerte súbita, “un fallecimiento por causas naturales”; pero en análisis posteriores se detectó la presencia de drogas su organismo. La familia del chaval ha asegurado que esa semana le vieron muy mal, bajo los efectos de drogas.

Picassent

“En la cruel realidad penitenciaria imperante se desarrolló la triste y denigrante historia por la que hicieron atravesar a Luis Manuel Acedo Sáenz y a su familia la Institución Penitenciaria, concretamente la del Centro de Picassent y más concretamente el personal médico responsable del módulo 25”. Esto se puede leer en un comunicado firmado por familiares y amigos de Luis, fallecido en agosto del año pasado, al poco de ser excarcelado por enfermedad terminal. “A los dos años de ingresar en prisión comenzó a sentirse demasiado cansado, tanto que no podía hacer la vida activa que hasta entonces había logrado llevar. Las consultas a enfermería se convirtieron en semanales y todas ellas con una misma dolencia en el interior del abdomen, ‘me duele por dentro’ decía; pero el tratamiento, sin que se le solicitara ningún tipo de prueba variaba cada semana, entre los diferentes analgésicos y antiinflamatorios que en una consulta se puedan encontrar”. También informa el comunicado de que “por motivos de salud dejó su puesto de trabajo. No le dieron una baja laboral más que de 4 días, después le ‘obligaron’ a dejar su puesto de manera definitiva”. Y continúa: “Los dolores eran cada vez mayores, la falta de apetito y la pérdida estrepitosa de peso eran notables a la vista, de llevar una vida activa a quedar tirado en el patio porque nada más era capaz de hacer y todo ello a la vista de todo el personal funcionarial, médico y psicosocial del módulo. ¿Nadie se preguntó si le podría pasar algo grave? ¿O, conscientes de que era eso lo que ocurría, lo dejaron pasar sin más?”. Y prosigue el relato: “Dos meses después (…), llamó a su madre para hacerle saber que su hijo se moría. No podía soportar más el dolor y deseaba morir, pero además de ese horrible deseo sentía que su cuerpo dejaba de responder. La madre, llama al centro penitenciario y esa misma tarde bajaron a visitarle y tuvo que ser ingresado de urgencias en el Hospital Universitario de Valencia, donde le practicaron la primera radiografía y encontraron unos extraños bultos en la zona del hígado y del páncreas de un tamaño más que considerable; diversas pruebas en cuestión de pocos días, dos semanas después del primer ingreso, dieron al personal la convicción de que podría estar sufriendo un cáncer de páncreas y metástasis en el hígado, fue trasladado a la unidad de oncología del hospital y se decretó la libertad condicional por medio del art. 91. 3 del CP, esto es, por graves padecimientos o enfermedad incurable”. Pudo, por fin, volver a casa con su familia. “Pero ya era tarde para devolverles la dignidad que le habían arrancado. No diremos que la cárcel le enfermó (…), pero de lo que estamos segurxs es de que la cárcel y el personal responsable fueron los causantes de un sufrimiento agravado, excesivo y sin sentido”. “A mediados de agosto, después de un corto pero intenso tratamiento con el que ya nada se podía hacer por él, excepto proporcionarle morfina para paliar el dolor, Luis fallecía junto a lxs suyos, pero demasiado pronto, demasiado deteriorado, sin haber tenido una sola oportunidad, porque no le habían dejado otra opción que una muerte dura y rápida y de cuyos responsables aún siguen dependiendo miles de vidas entre los muros”. La familia de Luis “no ha querido quedarse al margen” y decidió presentar una querella, que ha sido aceptada finalmente, “contra los responsables de este calvario que jamás hubieran imaginado que tendrían que atravesar. Para que no le pase a una sola persona más, para que la pasividad y crueldad con la que se trata a las personas presas no quede impune una vez más.”

Albocàsser

De la muerte de Daniel Sánchez Molina nos enteramos por un mensaje que, entre otras cosas, decía: “Hola, soy madre de un preso que falleció el día 12 de septiembre del 2016, en la cárcel de Albocàsser (Castellón). No sé por dónde empezar. Daniel tenía 30 años, era la primera vez que entraba en prisión, tenía una depresión muy grande, tuvo un intento de suicidio una semana antes de su muerte que fue por suicidio, lamentablemente. Entre sus pertenencias encontré una solicitud para recibir tratamiento psiquiátrico, cosa que no se le hizo ningún caso. También encontré un papel en el que consta su intento de suicidio anterior, a mi hijo no se le hizo ningún protocolo para cuidarlo o protegerlo ante esta situación en la que se encontraba, no se le presto atención ninguna y se le dejó como si nada. En la autopsia se ve que no era la primera vez que lo intentaba, por lo que no entiendo cómo son tan inhumanos e ineptos, está claro que su única preocupación es tenerlos empastillados hasta las cejas para que no den qué hacer. Sé que tanto a Daniel como a su compañero los tenían super empastillados y que las dosis más altas eran a la tarde después de la comida y a la noche!”. Y terminaba: “El caso es que Daniel nos dejó y sé que ya nada me lo devolverá, pero me sentiría mejor si su muerte no fuese una más, sino que fuese un detonante para que a todos los presos que están dentro o que entraran, se les dé el tratamiento que necesitan y no se les siga atiborrando a pastillas a todos por igual, que se les ayude y se les trate con humanidad. Tienen derecho a otra oportunidad y a n trato decente. Dios mío, ¿dónde están los derechos humanos? ¿qué ha hecho con ellos la gente que trabaja en esta cárcel?”

Y a los pocos días nos llegó este otro: “Hola yo soy Susana Macho Plaza madre de Adrián Félix Macho… también muerto en la prisión de Albocasser (Castellón)… me hizo el día de antes tres llamadas y me decía que temía por su vida y al día siguiente se lo encontraron muerto cuando hicieron el recuento. Tengo cartas de presos denunciando lo que pasa ahí dentro y me han cerrado el caso. Tengo tantas preguntas sin contestar… tanta rabia e impotencia… Mi hijo murió el 1 de marzo de 2016, son unos sinvergüenzas, no tienen corazón ni humanidad… me lo dejaron morir… pidió ayuda y la contestación (si supiera quien es… le cerraba la boca)… ‘que se acueste, que durmiendo se le pasa’ ¡¡SALVAJES!!”

Zuera

José Ángel Serrano Benítez murió el 14 de octubre pasado, en el departamento de aislamiento de la macrocárcel de Zuera (Zaragoza). Como lo explicaba un familiar suyo: “Que alguien ha muerto es decir poco cuando ese alguien ha sido matado poco a poco por estar enfermo…Los primeros indicios de su enfermedad se empezaron a notar hace casi 20 años, cuando el psicólogo de la cárcel de Basauri le diagnosticó por primera vez recién entrado en prisión. Nadie tuvo en cuenta el diagnóstico y le llevaron a Puerto de Santa María, donde empezó el calvario del primer grado y régimen cerrado de 18 años seguidos; su delito, tener dignidad y no hincar la rodilla ante la presión, castigo y golpes de los carceleros, hasta el punto de empezar a contestar a los golpes con golpes, esa fue su sentencia, nadie sale vivo de la cárcel si no se rinde y acepta quien es el amo dentro de la prisión. Muchos castigos, esos castigos de película dentro de los agujeros mas profundos de tantas prisiones que ha recorrido, hasta el punto de encadenar tres veces seguidas castigos de 42 días más 42, más 42 dentro de una minicelda sin luz natural y sin patio; tres veces en 4 años 126 días seguidos encerrado. Teniendo en cuenta que ya tenía problemas de adaptación en prisión, estos castigos solo sirvieron para reafirmar su determinación de no ceder nunca al chantaje, resistir hasta morir como así ha pasado. Sus carceleros habrán descansado, pero mi familia aún continuará hasta el final y cogeremos su antorcha para ver si podemos conseguir que los FIES y sus verdugos desaparezcan de nuestras prisiones. Ha sido un calvario, de hambre, de huelgas, de heridas, de soledad, de amenazas cumplidas y silencios. Más pérdidas de papeles, informes y demás extrañas descoordinaciones que llevaron a la muerte a una persona que con apenas 20 años entró a la cárcel a cumplir una condena de 14 años, y 18 años después aún seguía preso y supercastigado por ser una alma indomable.”

Villabona

La asociación de familiares y amigos de presos “Más allá del muro” se concentró el pasado 21 de febrero delante del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Oviedo en protesta por la muerte de Moisés DL, ocurrida el 15 de febrero en la prisión asturiana por supuesta sobredosis de medicamentos. Para la gente de la asociación, que señala que este es “el octavo fallecimiento desde que Luis Fernández Fanjul fuese nombrado director de la cárcel”, se trata de “un caso más de la violación de los derechos de los presos y de una situación de dejadez, abandono y olvido institucional” hacia ellos. “Una vez más tenemos que lamentar una muerte sobre la que no se exigen responsabilidades, sobre la que se aplica la ley del silencio y no se toman medidas contra las sustancias estupefacientes que circulan dentro de la prisión así como de la medicación psiquiátrica recetada a los presos”.

Basauri

El vecino de Basauri Iker García se debatía el 16 de febrero pasado entre la vida y la muerte en la UCI del hospital de Galdakao, donde ingresó el 6 de febrero. Había entrado en la cárcel tres días antes por el impago de una multa de 2000 euros por dar positivo en un control de alcoholemia. “El domingo fuimos a verle y estaba bien, y el lunes sobre las diez y media de la mañana me llama el director de la cárcel para decirme que le han encontrado inconsciente en la celda; estaba cerebralmente muerto”, explica su madre, Nekane. El chaval, que “estaba limpio” cuando entró en prisión, había sufrido una posible “sobredosis” de opiáceos (heroína), según le informaron los médicos. Instituciones Penitenciarias rehusó ofrecer cualquier aclaración sobre este caso, alegando que la Ley de Protección de Datos les impide “hablar sobre las personas con nombres y apellidos”. Finalmente, le han dado el tercer grado y la libertad condicional por enfermedad. ¡A buenas horas!

Murcia

Gente de Salhaketa Nafarroa comunicaba el 16 de marzo: “hemos recibido una llamada de teléfono en la que nos informan de un suicidio en la cárcel de Murcia II. La persona fallecida se encontraba en régimen de aislamiento (artículo 75.2 del reglamento Penitenciario) y no se le permitía salir en ningún momento de su celda. El día 2 de febrero solicitó mediante instancia que le pusieran un compañero en la celda dado que no estaba bien psicológicamente, además había tenido intentos autolíticos previos, sin que por parte de la cárcel se adoptara ninguna medida. El día 7 de febrero se suicidó”. Y comentaban: “El oscurantismo y falta de transparencia que definen las cárceles y la consiguiente impunidad son el caldo de cultivo para que estas muertes nunca sean suficientemente aclaradas y para que no haya asunción de responsabilidades por parte de ninguna institución ni persona”.

Y unos días después: «Volvemos a recibir otra llamada telefónica en la que nos informan de un nuevo suicidio en esa misma cárcel el pasado día 25 de marzo. Esta persona había estado en enfermería, al salir de enfermería lo pusieron directamente en aislamiento y ahí se suicidó». «Insistimos… Instituciones Penitenciarias tiene el deber y la obligación de velar por la salud y la vida de las personas presas… y no lo hace.»

Conclusiones provisionales 

De una carta abierta de Lola Molina Santiago, madre de Daniel Sánchez Molina: “Desde lo más profundo de mi sentido de la vida, he querido sacar a relucir desde este rinconcito a la luz el trato inhumano de una prisión donde la profesionalidad e integridad de las personas que allí trabajan brilla por su ausencia, donde los presos son tratados como meros números en una larga lista impersonal, personas abandonadas y otras desechadas al olvido tras su muerte por las personas responsables de su custodia; entre el lodo y el polvo de la tierra.

Desde perspectiva personal he vivido la experiencia directa de la cruda realidad que se cuece en ese lugar, mi hijo fue el que sufrió en sus carnes la soledad, la tristeza, la oscuridad, el desamparo y la dejadez, fue tanta la presión a la que se vio sometido que su templanza fue balanceada, su paciencia quebrada y su esperanza destrozada, decidiendo así terminar con lo único que le ataba aquí, su vida. Un suicidio, uno más dirán ellos, pero fue la crónica de una muerte anunciada que pudo ser evitada, como otras tantas que suceden detrás de estos muros. Para mi es mi hijo, no un número, era una parte tan importante de mi, que él no solo dejó su vida sino un gran vacío en los corazones de quienes más lo queremos. Una cosa es cumplir con la ley y otra muy distinta es el trato degradante, el maltrato físico y psíquico, la soledad deprimente, la falta de asistencia o tratamientos básicos para cubrir sus necesidades mínimas de salud y la falta de tópicos como el fin último de las penas privativas de libertad, la ‘reinserción social’. Cuando alguien decide arrancarse la vida en un sistema penitenciario es que han fracasado, como funcionarios, como modelo social, como profesionales. Han fracasado como personas, como cuidadores, como veladores de la integridad física y psíquica de las personas que ahí cumplen su parte de la pena.

Su fracaso es lo que quiero denunciar aquí, su falta de profesionalidad, que no quede impune, que tanto mi hijo como todas las personas que ahí habitan, no son números, son personas y como tales merecen un trato humano y no ser abandonados a su suerte en la impunidad de unos muros que esconden lo más desagradables tratos humanos.

Por esto y algunas cosas más, os animo a todas aquellas personas que han sufrido directa o indirectamente, tanto familiares, presos o ex-presos a que manifiesten sus experiencias, para compartir y hacer pública la peligrosidad que se esconde bajo esta máquina de destrucción humana.”

2 de comentarios

  1. silvia encina dice:

    lo siento mucho

    21 abril, 2017
    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.