Dialogamos con la socióloga feminista e investigadora sobre mujeres presas, Estíbaliz de Miguel; con Laura Vara, perteneciente al equipo de trabajo que ha elaborado el proyecto «Mujeres expresas: vulnerabilidad y autonomía»,y con Ana Zatón, educadora de la Asociación De Ayuda a Personas Presas (ADAP) que, desde 1991 trabaja con personas privadas de libertad,y desde 1996, con mujeres presas y expresas en Araba.
¿Qué observamos al mirar desde una perspectiva feminista el sistema penitenciario del Estado español?
ESTIBALIZ DE MIGUEL: Los sistemas punitivos y penitenciarios, en general, son clasistas, sexistas, racistas y xenófobos. Son clasistas porque existe una selección penal, policial y judicial hacialos colectivos más pobres y desfavorecidos socialmente. La sabiduría taleguera lo dice claro: «En este lugar maldito donde reina la tristeza, no se condena el delito, se condena la pobreza». Son sexistas porque están concebidos para reaccionar ante delitos cometidos por hombres. El delito es masculino y reafirma la masculinidad. Las mujeres, al delinquir, son doblemente transgresoras: de las leyes y de las normas sociales establecidas con respecto a las mujeres. Al delinquir se convierten en «malas mujeres
LAURA VARA El sistema penitenciario parece buscar para las presas una «refeminización» o su conversión en mujeres»buenas»,»sumisas» y «obedientes». Por ello, los procesos de control, infantilización y sumisión en los que se ven envueltas son fundamentales para la institución. Algo muy lejano a los objetivos de «reinserción» y «rehabilitación» que persigue elsistema penitenciario español.
E.M.: La componente sexista de los sistemas penitenciarios se observa en el hecho de que éstos no tienen en cuenta la situación de las mujeres presas, escondiéndose tras el argumento de la falta de recursos, cuando éstas suponen menos del 10% de la población penitenciaria. Se las relega a espacios reducidos e inadecuados, con menor acceso a actividades que los hombres y un «tratamiento penitenciario» que no las cualifica para lograr una inserciónsocia luna vez fuera de prisión. Si la prisión no reinserta a los hombres, mucho menos a las mujeres.
L.V.: En las cárceles del Estado se reproducen las desigualdades de género que se dan en el medio «libre»y son, en sí mismas, espacios generadores de exclusión y pérdida de poder. Que las presas sean invisibles a la institución penitenciaria constituye una de las violencias institucionales específicas que han de sufrir.
ANA ZATÓN: Sabemos por experiencia que el ser mujer presa indica una doble discriminación: se le marca como «mala mujer», pero también como mala madre, esposa, hija… Si es la mujer quién entra en prisión, a diferencia de los hombres, ésta sigue acarreando el peso de lo que sucede fuera con su familia. Su máxima preocupación no suele ser ella misma, sino el bienestar familiar. Si piensa en su salida deprisiónes para poder seguir ocupándose de la familia.
L.V.: Efectivamente, la cárcel tiene más costes sociales,familiares y personales para las mujeres y se han de enfrentar a múltiples discriminaciones, que suponen distinciones en el trato, los derechos, la disponibilidad de recursos y las oportunidades.Por ejemplo, se les victimiza -aunque, al mismo tiempo, se les castiga más y más duramente-; al haber menos cárceles o departamentos específicos para ellas, sufren más desarraigo; se les medica en exceso; etc. Al salir de prisión, no acaban sus dificultades ya que, además de enfrentarse al estigma, apenas existen recursos específicos para ellas. Esto hace que se encuentren en situaciones de precariedad o desventaja similares -y cuando no, peores-, a las que cuando entraron.
E.M.: Destacaría, en el caso del Estado español,el alto porcentaje de mujeres encarceladas, uno de los más elevados de Europa Occidental, y en aumento en los últimos años, explicado parcialmente por la criminalización y discriminación de la extranjería: un importante porcentaje de las presas son extranjeras encarceladas por tráfico de drogas. Es xenófobo e hipócrita encarcelar a mujeres que transportan droga demanda por los países «desarrollados». Además,el sistema penitenciario español se articula con un sistema de bienestar social prácticamente inexistente, donde la familia (es decir, las mujeres) son el centro de la provisión de recursos y cuidados. No puede entenderse la prisión si no analizamos el modelo de estado de bienestar(o malestar)actual.
¿Y ahora con la crisis?
E.M: Como feminista en la academia,mi labor es impulsar estudios e investigaciones sobre presas, para visibilizar las situaciones discriminatorias de éstas y sus luchas diarias: hay que reconocer los esfuerzos cotidianos que muchas mujeres hacen para salir adelante. Como socióloga creo que se han de articular análisis con perspectiva de género, para que sean adoptados por todos los agentes implicados: la clase política, el personal de prisiones o los servicios sociales, dentro y fuera de prisión. No esjusto que se siga victimizando y estigmatizando a unas mujeres que han carecido de los recursos sociales necesarios para vivir dignamente. Eso requiere una revisión del modelo social de «buena mujer» que se ha construido y de las oportunidades sociales que existen para las mujeres. Además, es urgente la despenalización de delitos que no son graves y no han dañado a personas. La desproporción entre el daño causado y la pena impuesta (y realmente cumplida) es muy alta.
L.V.: Una de las tareas principales sería poner atención en los recorridos vitales de las mujeres, sobre todo en antes del encarcelamiento, y tenerlas en cuenta como interlocutoras válidas. Destacamos la necesidad de cambio de mentalidad y desarrollo de discursos para reflexionar sobre las causas estructurales de la delincuencia de las mujeres. También, la despenalización y descriminalización de algunos delitos menores contra la propiedad y contra la salud pública. La importancia de las actitudes solidarias hacia el colectivo de (ex)presas desde los movimientos feministas. Además, debemos seguir cuestionando la existencia misma de las prisiones, al mismo tiempo que seguir investigando críticamente (en) el ámbito carcelario, que nos aporta información sobre los mecanismos de funcionamiento de la sociedad -también «carcelaria», como diría Michel Foucault- en que vivimos.
Extraído de Diagonal Asturies
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