Según www.prensalibre.com, que se hace eco de un «estudio regional penitenciario»: «El hacinamiento convirtió las cárceles de Centroamérica en “bodegas humanas”, un fenómeno generado por los enfoques represivos del ataque a la delincuencia y ahora, para mitigar la crisis, los gobiernos hacen millonarias inversiones destinadas a ampliar esa obsoleta infraestructura. Según ese estudio, “La situación del sistema penitenciario de la región es el reflejo de la falta de justicia y de garantías para el debido proceso y el cumplimiento de los derechos humanos para los privados de libertad” y “Las cárceles son focos de violaciones a los derechos humanos y si las cárceles han colapsado en términos de hacinamiento, no pueden esperarse buenos resultados”.
Una población total de 92 mil 565 internos, según los registros oficiales, tiene colapsadas las 114 cárceles del Istmo, donde predominan las condiciones de insalubridad, la deficiente asistencia jurídica, la ineficiente atención médico hospitalaria, psicológica y alimenticia, entre otras falencias.
“Los Estados se quedaron a reprimir delitos en lugar de prevenirlos. El hacinamiento es impresionante e impide la resocialización en esos recintos convertidos en bodegas humanas”, declaró el criminólogo Omar Flores, de la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho de El Salvador.
En Costa Rica, país con menor hacinamiento carcelario, la Defensora de los Habitantes, Ofelia Taitelbaum, calificó los centros penitenciarios costarricenses como “depósitos de personas”.
El panorama carcelario, según Flores, es “más preocupante” en el Triángulo Norte —Guatemala, El Salvador y Honduras— donde con la “remilitarización” de la seguridad se reprimen los delitos con encarcelamientos masivos.
La infraestructura carcelaria de la región fue construida mayoritariamente en el siglo XX con capacidad para albergar a unos 45 mil internos, pero la realidad ha desbordado ampliamente las previsiones, debido al aumento de capturas.