Llego al penal,
fantasmal…
A su estructura única.
Un espejismo
en la calima esteparia.
Como una condena
se adivina lo de dentro.
Como una colmena de
tormentos
con el DNI confiscado.
Como un lamento
inaudible
pero que, sin duda, existe.
Me quitan los grilletes
mientras un joven ingenuo
aún cree que los
condenados
podemos tener esposa.
Y pienso que el pobrecillo
tal vez la tenga fuera
y tal vez la sea dentro.
Pero me descubro pronto
yo mismo más ingenuo
mientras el alivio
de mis dolidas muñecas
roza el agradecimiento
al tirano de la nómina
afiliado a un sindicato:
a uno que admite verdugos
mientras paguen la cuota.
Pero pasa pronto.
Ahora los grilletes
ya no
son
de acero galvanizado.
Ahora son de hormigón armado
con hombres armados.
Una mezcla impenetrable,
imposible…
imposible, pero existe.
No hay piedad en la
mirada
del que tiene la llave,
hay hastío y hay miedo
y hay odio por el miedo
y por el odio y por el
hormigón
y porque el césped
no se parece al del
Bernabéu
ni a ningún otro césped,
es un escupitajo verde.
“Por favor, camine”…
Ya está allí. La primera
orden.
“Por favor”. La primera
hipocresía.
Sólo hay un “Por favor”
Nunca volverás a
escucharlo.
Ni ese tratamiento de
usted.
Salvo para algo malo.
Más vale que no
sería que algo malo
trama para ti la araña
en su rígida red
de burócraticas
y legales “acciones
punitivas”
Las órdenes comienzan su
espectáculo:
“Desnúdate, agáchate, en
pie,
extiende los brazos,
abre, cierra, respira, no
respires…
“Llevas algo?”
Te abrazas a esa pregunta.
e hace sentir una
persona.
Alguien quiere una
respuesta.
Te la pide. Ilusión.
“No llevo nada”
“VEREMOS”
Yo no quiero ver nada,
quiero quedarme ciego.
Un inmenso Polifemo
desorientado
pero capaz de pisotearles,
de dejar caer mi
descomunal cuerpo
sobre aquella trampa
infernal
y enviarles de vuelta
al mundo de las Ideas
que nunca Fueron.
Come, duerme, calla,
habla,
entra, sal, no me mires,
mírame,
caga, ahora, mea, ahora…
Una sola orden y sus
criaturas:
OBEDECE
Intolerable rutina de
órdenes
que volverían tan loco a un
suicida
como para desear la
inmortalidad
y aferrarse a ella
deglutiendo
repugnantes papillas.
Y lo comprendes…
Dejas de SER para poder
EXISTIR.
O…, al menos de eso se
trata.
Eso es lo que ellos, o
ELLO,
el sujeto creador
del infierno gélido
había previsto.
Pero no contaban con la
siembra.
Semillas de odio que
germinan
acochadas en corazones
sanos.
Que arraigan
vigorosamente
abonadas por los golpes,
las vejaciones, el abuso
y la aplastante rutina
más pestilente
que la disentería.
De la semilla sembrada,
de sus abonadas ramas,
cuelgan ya los frutos
maduros,
plenos del néctar anhelado
por los condenados: LA
VENGANZA.
Pero no devolveremos ojo
por ojo,
no devolveremos diente
por diente.
devolveremos MUERTE.
Garzía Furia, Marzo 2017
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