Troy Davis ha sido ejecutado esta madrugada con una inyección letal en Georgia, tras varios intentos de última hora de su defensa para salvarle la vida y pese a las dudas sobre su culpabilidad y las numerosas peticiones de clemencia.
La ejecución, programada para las 23.00 GMT (1.00 en Euskal Herria), se ha llevado a cabo finalmente a las 3.08 GMT (5.08 en Euskal Herria), después de que la Corte Suprema de Estados Unidos rechazara una apelación de los abogados de Davis, de 42 años y de raza negra, según ha confirmado en una breve comparecencia ante la prensa una portavoz de la cárcel de Jackson (Georgia).
«No fue mi culpa. No tenía una pistola. Soy inocente», dijo Davis antes de recibir la inyección, según han relatado a la prensa varios testigos de la ejecución.
A las afueras de la cárcel de Jackson se ha hecho el silencio entre los cientos de manifestantes que se habían congregado para pedir clemencia para Davis ante las dudas sobre su culpabilidad.
Condenado a muerte en 1991 acusado de matar a un oficial de policía blanco, Troy Davis representa el prototipo de los condenados injustamente. Desde que fue condenado, siete de los nueve testigos clave se ha retractado o han cambiado su declaración. Algunos han asegurado que la Policía les coaccionó para que testificasen en su contra, y varios han dicho que fue otro hombre quien mató a MacPhail. Además, no hay pruebas físicas que relacionen al condenado con el crimen.
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