El Precio De La Tortura: Nuevo Texto De Marcos Martín Ponce Donde Cuenta Cómo Fué Torturado En 2012 Y Ahora, Encima, Se Le Condena Por Ello A Un Año Más De Cárcel

EL PRECIO DE LA TORTURA

Ayer mismo me notificaron una condena adicional de un año de prisión. Tiene que ver con la torturas a las que fui sometido en 2012, en el módulo de aislamiento de Sevilla II:

Entre 4 funcionarios (probablemente con graves desórdenes psicológicos, pues disfrutan haciendo daño al prójimo), que acumulan denuncias de torturas y malos tratos, tanto a presos políticos como a sociales, me dieron una paliza con porras, patadas, rodillazos, puñetazos… mientras me encontraba esposado y desnudo. Justo antes de perder el conocimiento, la última imagen que recuerdo, es cómo se daban codazos entre ellos, por ver quién cojía la mejor posición para golpear con más saña. Cuando recobré el conocimiento, me arrastraban, desnudo, esposado a la espalda, sin un solo suspiro de energía para poder oponer resistencia, sangrando por la boca. Mis pies se deslizaban por mi propia sangre, dejando dos surcos bermellones por los pasillos de aislamiento, hasta llegar a una celda de castigo, donde me atan a un somier de acero, de pies, manos y cintura. En ese potro de tortura, mientras escupía sangre a borbotones, los funcionarios hacían lo propio con su odio de clase (como fieles mercenarios fascistas del capitalismo), a modo de insultos, contra mi condición de preso político comunista. A esas alturas yo lo único que podía hacer era ver las estrellas cada vez que tosía. Así es que uno de ellos comentó: «habrá que atarlo boca abajo, no se vaya a ahogar con su propia sangre». Y ahí quedé, durante 48 horas, desnudo en pleno invierno, con la ventana abierta, orinándome encima. No recibí ni ropa, ni mantas ni comida ni nada de beber. Cuando una ATS se personó para levantar el informe médico, la celda de castigo se llenó de funcionarios, con la clara intención de amedrentar a aquella joven. Pero he de agradecer la fortaleza de aquella mujer, por priorizar su profesionalidad: «16, 17, 18 abrasiones en la espalda, claramente causados por objetos contundentes, que han provocado un hematoma masivo generalizado por cuello, espalda, brazos y piernas…» Ése fue el parte médico, a lo que hay que añadir: «…un diente roto, abrasiones en el rostro y un fuerte golpe en la frente…». Ése fue el que me dejó KO.

Aún así el sistema capitalista tiene bien engrasada la maquinaria represiva contra sus enemigos políticos. Por lo que, el siguiente eslabón de la cadena fascista, es decir, el poder judicial, tampoco iba a salirse del guión establecido. De esta manera, según los cuatro funcionarios, de repente, sin motivo alguno, me convertí en un ser enajenado, violento y sin control que les agredía. Y la jueza tragó con todo, a pesar de lo increíble de la historia, sobre todo si nos atenemos a mi parte de lesiones, en contraste con el suyo: sólo uno de ellos presentaba «una tumefacción dolorosa a nivel del primer metacarpiano de la mano derecha». Al señor funcionario nº 96.764 se le había ido la mano… derecha, mientras los nº 67.951 y 96.980 y 36.178 prefirieron usar el instrumental especializado.

Todas las cámaras del módulo de aislamiento grabaron lo sucedido. Pero tanto la jueza del Juzgado nº 2 de Morón de la Frontera, como la del Juzgado de lo Penal nº12 de Sevilla, se negaron a tener en cuenta mi denuncia y la petición de mi abogado para que la visualización de las cámaras sirviera como prueba principal para mi defensa (ya que mi denuncia ni se admitió a trámite). Tampoco fue aceptado el parte médico como prueba; ni siquiera dejó la jueza que mi abogada leyese el parte médico en el juicio.

Estaba claro desde el principio, para este eslabón de la cadena represiva del estado fascista, que le era más que suficiente con el cuento victimista de esos grandes «defensores de los Derechos Humanos», que son los funcionarios del módulo de aislamiento de Sevilla II: «los hechos declarados –dice el auto condenatorio– probados se consideran acreditados por el conjunto de pruebas practicadas y ratificadas en el acto del juicio oral». Y aquí vienen las garantías constitucionales de un «juicio justo» en un régimen represivo: «en concreto, las firmes declaraciones de los funcionarios que tuvieron intervención en los hechos, los cuales han expuesto de manera coincidente, coherente y razonada, la sucesión de los hechos, que culminó con la reducción e inmovilización del acusado». Entonces, ¿para qué aceptar otro tipo de pruebas o intentar averiguar si las denuncias de tortura y violación de los DDHH tenían algún fundamento, si los señores funcionarios ya habían contado lo ocurrido? ¡Qué más da que otros presos políticos (como Arkaitz Bellón, al que éstos mismos carceleros agredieron y el cual murió pocos meses después en una celda de aislamiento) hubieran sido agredidos en el mismo módulo de aislamiento!¡Qué tendrá que ver que los juzgados mencionados estén copados con las denuncias sobre las torturas y malos tratos en la prisión de Sevilla II- Morón de la Frontera!¡Qué más da que la comisión de DDHH de la Unión Europea haya señalado a Sevilla II como una cárcel bajo investigación, por la gran cantidad de denuncias de este tipo que acumula!¡Qué importa todo eso, si los torturadores hicieron «firmes declaraciones»» y «han expuesto de manera coincidente, coherente y razonada la sucesión de los hechos»! Pues creo que, efectivamente, no queda mucho más que decir.

Si estos son los mayores niveles de democracia y libertad que este sistema político está dispuesto a ofrecernos, es cuestión de cada cual (y del conjunto de todos vosotros), el atreverse a mirar de frente a la cruda realidad y decidir qué es lo que se tiene que hacer para que ningún preso político ni social vuelva a ser torturado o maltratado, siempre teniendo en cuenta que las prisiones son, tan sólo, un eslabón más del sistema represivo del estado fascista.

Marcos Martín Ponce

Preso político comunista

Prisión de Picassent

1 de enero de 2017

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