Cárcel=Tortura. Situación De Las Cárceles En El Estado Español

El texto que viene a continuación habla de la tortura en las cárceles y de la cárcel como tortura y tiene su origen en la transcripción posteriormente corregida de una charla pronunciada por su autor, un miembro de Salhaketa-Bizkaia, en unas “Jornadas contra la sociedad-cárcel” que se celebraron en Valencia en mayo de 2007. Como su contenido sigue vigente en su mayor parte, lo ofrecemos ahora, en octubre de 2011, como información complementaria de otra intervención de la misma persona dentro del “primer ciclo de charlas-debate sobre las torturas y malos tratos en las cárceles”, también en Valencia, el próximo sábado, 29 de octubre a las 18:00, en el Arte Facto, calle Pie de la cruz, 8.

CONTRA LAS TORTURAS Y MALOS TRATOS

Situación de las cárceles en el Estado español

Salhaketa es una asociación abolicionista que lleva funcionando desde el 1982, heredera de la iniciativa de familiares de presos y presas sociales de finales de la década de los 70, cuando las famosas amnistías políticas olvidan dentro de prisión a los presos sociales. Salhaketa, que en euskera significa denuncia, nace con la vocación de denunciar la cárcel, como institución total y totalitaria, y de expresar lo que nosotros llamamos la solidaridad activa con las personas presas acompañando la denuncia que hacen tanto de su situación individual como colectiva. Estos principios básicos se han mantenido hasta el día de hoy, aunque la forma en la que se han desarrollado han variado con el tiempo.

Con la experiencia que dan estos más de 25 años hacemos este repaso general de las cárceles y talegos de todo el Estado. En la cárcel de hoy en día hay que tener en cuenta básicamente dos momentos cruciales: uno es el nuevo Código Penal que entró en vigor el 1 de enero de 1996 y que acabó con las redenciones por trabajo y estudios. Nace así una nueva cárcel con un endurecimiento de las penas, puesto que a igual delito aumenta el número de años de condena en prisión. Y, sobre todo, se basa en una nueva concepción del sistema punitivo, del sistema de castigo de las personas que cometen un delito, y ese nuevo concepto es que, si bien la Constitución española en su famoso artículo 25.2 dice que cualquier pena privativa de libertad tiene que estar enfocada a la reinserción social de la persona que ha cometido el delito, el nuevo Código Penal y la nueva realidad penitenciaria es directamente un castigo social que ya ni siquiera se esconde.

Un segundo momento, bastante importante también, vendrá después con las reformas penitenciarias de los Gobiernos del Partido Popular, especialmente a principios del 2001 y 2003, que son una nueva vuelta de tuerca en las que a un Código Penal que ya era muy duro lo que se añade es la imposibilidad de salir por los pocos métodos que quedaban de obtención del tercer grado y demás, con una traslación de lo que es la mentalidad de la lucha antiterrorista: el cumplimiento íntegro de las penas, que en un principio es vendido como una medida antiterrorista, pero que, en la práctica, se está aplicando a toda la población presa… El resultado de este endurecimiento es doble: por un lado, ha aumentado la población presa, que pasó de 45.000 personas en el año 2000 a los 70.000 de junio de 2008. Es un crecimiento impresionante de la población presa, sobre todo si tenemos en cuenta que el día que sale el último preso amnistiado en 1978 quedan unos 12.000 presos en las cárceles españolas. Por otro lado, cada vez se castiga más la pobreza: quien pueda pagar la responsabilidad civil, un buen abogado, etc., tiene unas posibilidades de entrar en prisión mucha más reducidas y tiene, sobre todo, muchas más posibilidades de salir antes que una persona que no tiene esa capacidad económica. Ahora mismo, cuanto menos dinero tienes más posibilidades tienes de ir a prisión y, sobre todo, menos posibilidades tienes de salir de prisión, con lo cual se está convirtiendo a la cárcel en lo que en el fondo ya era antes: un depósito de pobres, de personas que no tienen recursos sociales.

Esas son las 70.000 personas que están en las 79 cárceles que hay ahora mismo, repartidas en sus tres grados de cumplimiento. Los grados de cumplimiento son un poco el sistema que ha diseñado el Estado para hacer una evolución y una catalogación de los presos y presas como buenos y malos. El habitual es el segundo grado, que es en el que de entrada es clasificada la inmensa mayoría de las personas que entran en prisión: es un grado de régimen cerrado, con un acceso al patio o a actividades de casi todas las horas diurnas y, aunque la ley establece que las celdas tienen que ser individuales, lo habitual actualmente es que estén dos o tres personas por celda para pasar allí las noches. Hay derecho a trabajar en los talleres, a tener cursillos formativos, a estar en el patio o en otras actividades.

Hay un grado superior, que es el de castigo: el primer grado, con sus subtipos, donde cambia totalmente el régimen de vida. Ya no se está en los módulos habituales, se está en los módulos de aislamiento, las celdas son individuales, el acceso a patio normalmente queda reducido a entre 1 y 3 horas (el desayuno, comida y cena es dentro de la celda). Se desarrolla así un sistema de premio/castigo: si te portas medianamente bien te doy un premio (tercer grado, permisos, etc.), si te portas medianamente mal te doy un castigo (primer grado), y quien decide si te estás portando bien o te estás portando mal es la propia cárcel. Es decir que puedes estarte portando muy bien desde los parámetros de tu dignidad humana y de tu individualidad, pero, si eso implica que vas a denunciar, si eso implica que vas a rebelarte, si eso implica que vas a defender tu idea de cómo quieres ser, probablemente la cárcel te va a castigar porque eso no es su concepto de buen comportamiento, que es el de que te chives de tus compañeros y digas “sí señor” a todo lo que se te ponga por delante. Y entonces, cada vez que alguien no entra dentro de ese concepto de buen comportamiento es castigado.

El castigo en la cárcel es el primer grado, de hecho, el FIES (el Fichero de Internos de Especial Seguimiento), es simplemente un tratamiento que se le da a determinados presos a los que se les observa especialmente, con independencia de que estén en primer, segundo o tercer grado. Al que le ponen la etiqueta de FIES es FIES toda la vida. Si sale de prisión y luego vuelve a entrar, vuelve a entrar como FIES. Un FIES puede estar en segundo grado o en tercer grado, aunque lo más habitual es que esté en primer grado. Pero lo que directamente condiciona el día a día de las personas es en qué grado penitenciario están y el más duro es el primero, evidentemente.

Luego, dentro de este régimen de premio/castigo la situación de beneficio máximo en que se puede estar es el tercer grado y la Libertad condicional. El tercer grado es ir a dormir a la cárcel y luego por el día estar fuera. Dentro del tercer grado también entran los nuevos modelos de control telemático, los tienen con la pulserita, ésos ya ni si quiera tienen que pasar por la cárcel, ésos tienen que estar las horas concretas en las que tendrían que estar en la cárcel en su casa donde tienen un aparato que da la alarma a la comisaría más cercana si no están a las horas programadas junto a él. Las pulseras son bien de muñeca, bien de tobillo. Este modelo en el Estado español se está generalizando, pero la impresión que tenemos es que es un poco la idea de futuro que tienen: que cada vez haya más gente en un tercer grado con control telemático y esto va a hacer más difícil acceder a las libertades provisionales, va a hacer más difícil acceder a otro tipo de sistemas y lo que va a servir es para que pueda haber muchas más personas presas que no estén saturando tanto las cárceles sino que estén controladas de otra manera, directamente controladas en sus casas. Este modelo le gusta mucha al Estado porque implica que la propia familia muchas veces se ve obligada a colaborar con la institución. Es un poco ampliar la cárcel fuera de la cárcel.

El horario y las condiciones de los terceros grados varían un poco según cada cárcel, el horario depende de la cárcel. La hora a la que se supone que tú tendrías que entrar en la cárcel a la que estás asignado es la hora en la que tú tienes programada la alarma del control telemático. En el sistema penitenciario español, se calcula que ahora mismo hay 48.000 plazas útiles para 70.000 presos y presas, es decir que faltan plazas. Esto va a potenciar el uso de sistemas telemáticos de control. Además, está programada la construcción de 9 nuevas cárceles de las que 5 son macrocárceles-tipo de 1.008 plazas. Van a tardar unos cuatro años en construirlo con lo cual es probable que de aquí a 4 años haya unas 7.000 u 8.000 plazas nuevas en cárceles nuevas. Pero eso no serviría ni siquiera para reducir la masificación que existe ahora. Y al actual ritmo de crecimiento de la población penitenciaria de aquí a cinco años podemos estar rondando los 90.000 presos y presas. Es decir que las nuevas cárceles ya están llenas antes de inaugurarlas, que es una de las cosas contra las que en Salhaketa estamos luchando ahora mismo, porque creemos que la solución a la saturación no debe ser más cárcel, la solución a la masificación tiene que ser la ampliación de los regímenes de vida fuera de prisión: más terceros grados con un control distinto al telemático, libertades condicionales y sobre todo, para empezar, la excarcelación de las personas que ahora mismo ya no tendrían que estar en prisión por su situación personal de enfermedad. Por otro lado el 70-80% de las personas presas sigue estándolo por motivos relacionados con el consumo o tráfico de drogas, nosotros creemos que despenalizando el consumo evidentemente ya estaríamos solucionando gran parte del problema. Sobre todo, porque no creemos que la cárcel sirva para reinsertar, lo que creemos es que tiene que haber una política social que evite la entrada en prisión, porque ahora mismo la inmensa mayoría de la gente que va a prisión va porque es pobre y va porque han fracasado todos los supuestos servicios sociales, que dicen que existen y que yo sigo sin ver por ningún lado, y que tendrían que ser los que evidentemente evitaran determinadas situaciones de delito.

Para empezar, con una mejor redistribución de la riqueza el índice de delitos no es sólo que bajara, es que estaríamos hablando de una sociedad totalmente distinta en la que probablemente la cárcel sería una cosa que no tendría ninguna función ni ninguna necesidad. La sociedad actual sí que la necesita porque la cárcel no sólo sirve para castigar al que ha cometido un delito, sino que también sirve para avisar a los que estén tentados de cometer un delito, para controlar a los que están en libertad. Nosotros hablamos mucho de que existe un cuarto grado penitenciario, que es en el que estamos todas las personas que todavía no hemos pasado por el sistema judicial ni el sistema carcelario, pero somos controladas por las cámaras que están en cualquier calle, por la policía, por los distintos controles que a todos los niveles que se dan en nuestra sociedad y que lo que busca es la restricción de la libertad y meter el propio policía y el propio carcelero dentro de cada uno de nosotros y de nosotras. El aspecto fundamental de la cárcel es que sirve de ejemplo para el resto de la sociedad, los malos acaban ahí. ¿Y quiénes son los malos? Los que el poder decide que son los malos. De hecho, si nos paramos a ver quiénes están dentro de prisión, veremos que casi el 80% de las personas presas están relacionadas con tema de drogas; más del 37% son extranjeras, y luego hay una serie de personas que lo están por cuestiones ideológicas, los disidentes de este sistema. Combinando estos 3 grupos superamos el 90% de los presos y presas.

Otra categoría importante que suele acabar en la cárcel es la de los enfermos mentales, que se calcula superan el 10% del total. No deberían estar ahí pero, como no hay un sistema de asistencia hospitalaria adecuado, acaban en la cárcel donde sus problemas de sociabilidad y sus problemas mentalesno sólo no se solucionan sino que, al contrario, se agravan. Suelen ser personas que la cárcel cataloga como peligrosas y que por ello mismo suelen terminar en primer grado.

En la cárcel ante todo el primer problema que se da es, en mi opinión, la total carencia de humanidad. Hay dos factores que sobresalen en este sentido: uno es el de las muertes en prisión y otro es el de las torturas. Entre los años 2000 y 2006 la media es de unos 210 muertos en las cárceles del Estado español. Un 20% de esos muertos son suicidios, el suicidio nosotros lo interpretamos como síntoma de la persona que está ten deteriorada que ya no aguanta más y entre la falta de libertad y el puteo sistemático que ha estado recibiendo toda su puta vida en prisión, acaba tomando la opción de quitarse la vida. Ésta es la más benévola de las interpretaciones, porque, en nuestra opinión, debajo de muchos los suicidios se esconden situaciones todavía más duras: el tema de los suicidios “inducidos”, de los que en alguna ocasión hemos recibido denuncias. ¿Qué entendemos por suicidio inducido? Por ejemplo recibimos en 2005 una denuncia de Nanclares de la Oca, de un preso social al que después de mantenerle en aislamiento bastante tiempo y después de darle bastantes palizas seguidas, una noche, cuando estaba en mitad de una crisis de ansiedad y se estaba dando de cabezazos contra la pared de su celda, por debajo de la puerta de la celda alguien, alguien que tiene que ser un funcionario porque a esas horas por el pasillo no hay nadie más, le mete un cúter y le dice: “esta vez empieza por el cuello, no por el brazo”. Claro, en una situación concreta de máxima tensión personal y humana que te hagan eso no es una incitación a que te suicides, es abrirte una puertecita en un momento en el que no estás en pleno uso de tus facultades mentales a que acabes con una situación de dolor en la que ya no aguantas más. Otros compañeros nos han hablado de cómo después de que le hayan llevado a determinada parte de la cárcel para darle una paliza, cuando vuelven a su celda ya ven preparada la horca con sábanas. Nosotros creemos que muchas de esas situaciones, muchos de los suicidios, esconden situaciones de ésas. Es algo muy difícil de demostrar, cada vez que se ha llegado a los juzgados con casos de estos el juzgado sistemáticamente “nunca hay pruebas”, pero nos consta que son situaciones de ésas y muchos compañeros nos escriben en cartas “Oye, si algún día aparezco ahorcado, yo no soy de los que se suicida, publicar esta carta porque habrá sido una situación contra mi voluntad”. Y esas cosas nosotros las conocemos directamente por los compañeros de dentro que nos las plantean abiertamente. Otros te dicen, “sí, yo soy de los que me chino, yo estoy dispuesto a suicidarme y en el momento en el que se despisten me voy a rajar, o me voy a colgar o me voy a tal”, que también habría que analizar lo que hay de voluntario o de no voluntario en esa situación concreta cuando uno lleva ocho años de aislamiento. Pero en otros casos lo evidente es que la inducción al suicidio es directa, un grupo de funcionarios está machacando sistemáticamente a una persona con la intención de que acabe acabando con su vida.

El otro tema es el de las torturas. Prácticamente toda la persona que ha denunciado algún tipo de maltrato en prisión, a partir del día que ha metidola denuncia, ha empezado a recibir un acoso por parte de los carceleros… por lo pronto lo habitual es que si está en segundo grado se le traslade a primer grado, que se le traslade de cárcel que se le aleje de su familia y de su sociedad y, por lo tanto, en todo momento hay una inducción a la no denuncia. Siempre que alguien presenta una denuncia, siempre que un preso presente una denuncia, inmediatamente todos los carceleros denunciados y alguno más lo denuncian a él por atentado contra la autoridad y/o agresión, lo cual supone un juego de denuncia y contradenuncia donde lo habitual es que en el mismo juicio se vea la denuncia de un preso contra cuatro funcionarios que están presentando cuatro denuncias contra ese preso por agresión etcétera. Y es la palabra de cuatro funcionarios de prisiones contra un preso en un sistema judicial como el español en el que los funcionarios, por ley, son prueba de veracidad, o sea, si un funcionario dice que el preso ha hecho esto y el preso dice que el funcionario ha hecho lo otro, el juez considera “prueba” la versión del funcionario. Es un poco lo mismo que pasa con los agentes de policía, con la guardia civil, etc.

Lo habitual es que las denuncias de los presos sean archivadas y las denuncias de los funcionarios se conviertan en denuncias firmes que añaden dos o tres años de condena a la condena que ya de por sí tenían las personas presas. Sobre todo en situaciones en las que pueda haber habido algún tipo de motín… Claro, para nuestra perspectiva en Salhaketa, un motín es un acto de rebeldía y es un acto de reivindicación, pero, desde una perspectiva judicial, un motín es un atentado absoluto contra la autoridad de la cárcel, y es una situación que pone en peligro a toda la población penitenciaria. De todas maneras aunque no salgan las denuncias o no se lleguen a conocer, después de los motines siempre suele haber palizas sistemáticas. De hecho el último motín en el que se ha sabido esto ha sido el motín de Quatre Camins en el año 2004, que la propia Generalitat reconoció que a 49 presos se les apalizó sistemáticamente después del motín, y la propia Generalitat reconoció que funcionarios, no sólo de la cárcel de Quatre Camins sino de las cárceles de alrededor de Quatre Camins, que estaban de permiso y que estaban fuera de su horario laboral, fueron a Quatre Camins a colaborar en las palizas. Los compañeros de las asociaciones catalanas que entraron dicen que para empezar que se dieron muchas más palizas a muchos más presos, que los 49 que se reconoció es porque estaban bastante machacados y los partes médicos de los hospitales eran bastante claritos. O sea que… tenían que haber participado entre 8 y 9 personas por cada agresión, que es un poco la media, porque, en el fondo, cuando una persona está en aislamiento solo en su celda, pues todo un turno de funcionarios, pueden ser 8 ó 9 funcionarios que te entran con sus equipos antidisturbios, sprays antipersona, y con las porras, y los cascos, y los escudos, 8 contra 1. Pero claro en esas situaciones de una pelea de 8 contra uno, ganan los 8 y luego la condena se la lleva el 1. Es un poco el esquema de cómo funcionan las palizas en prisión.

Nadie confía en los juzgados y mucha gente ni siquiera confía en la denuncia pública, aunque hay gente que no confía en los juzgados luego te dice “pero podéis hacerlo público, hacer un comunicado”, pero hay gente que directamente te dice “no digáis nada, te lo estoy contando para desahogarme porque me han puesto a caldo, pero que no se sepa, que no salga de aquí, porque no quiero que vuelvan”. Otros, por un compromiso político e ideológico de anticárcel, no porque pertenezcan a ningún grupo sino porque ellos son antitalego y están en lucha contra la institución, los presos en lucha, lo denuncian todo “me han dado una paliza, denunciarlo en todos los lados y me volverán a dar otra, no os preocupéis que ya os mandaré la hoja y volved a denunciarlo”, gente ejemplar. El último caso de denuncia por torturas que nosotros hemos llevado, que ha salido entre comillas “bien” en los juzgados (“bien” significa que no han condenado a los funcionarios pero tampoco han condenado al preso) el juez al final ha dijo que no había pruebas para condenar a ninguna de las dos partes, que ahí no había pasado nada, y eso que los informes médicos eran bastante claros. Pasó en julio de 2006 en la cárcel de Basauri, en Vizcaya. Y es simplemente a un preso que anteriormente ya le habían dado otra paliza por protestar en el trabajo porque no le pagaban, puso una denuncia en el juzgado laboral y, al día siguiente de meter la denuncia, le dieron una paliza, entonces se hizo unas camisetas en las que ponía “en esta cárcel se tortura”, y en un conciertillo que hubo en la cárcel se puso esa camiseta y le cogieron entre cinco funcionarios, le llevaron a aislamiento y le dieron otra paliza, que era la segunda que recibía en el mes. Lo bueno de este caso es que contra él no ha habido tampoco sentencia; la jueza ahí se lavó las manos. Y eso en el actual sistema judicial es que salga bien un juicio. Es decir que no le han caído al preso dos años por atentado contra la autoridad.

Pero las situaciones más graves en mi opinión, tanto las muertes como las torturas, no son las únicas. Hay que tener en cuenta que aunque la tortura no sea directa, es decir, no sea la paliza que le dan a alguien, hay formas indirectasde ejercer la tortura que son muy habituales y que están muy sistematizadas en el sistema español como es simplemente el tratamiento que se da a las personas presas que están enfermas. Hay que contar con que cerca de un 20% de los presos y presas que hay del Estado son VIH positivo, más de un 30% tiene algún tipo de hepatitis, hay un 10% que tiene las dos cosas a la vez, muchos están en una situación de degeneración física por la evolu ción de las enfermedades por un lado, porque mantienen una toxicomanía activa por otro, porque les están dando una cantidad de medicación sin control médico eficaz impresionante, que esto supone que en muchas cárceles lo que estamos viendo es que hay como una saturación de enfermos. Saturación de enfermos que no deberían estar allí según la propia legislación vigente, que dice que las personas que tengan enfermedades crónicas o estén en fase terminal de una enfermedad tendrían que ser excarceladas. Pero nosotros conocemos casos de gente que ha muerto en la enfermería de una cárcel, y no se ha firmado el acta de defunción para que esa muerte no conste como en prisión, se ha trasladado el cadáver en ambulancia al hospital, se ha firmado el tercer grado mientras se estaba desarrollando el traslado y figuran como “muertos en libertad, ingresó cadáver en el hospital”. Y ese tipo de situaciones se están dando bastante. La cárcel de Nanclares de Oca, que conocemos bien, es una cárcel mediana, diseñada para una 550 personas, ahora mismo hay unas 650 personas, pero llegó a tener 780 en 2005 y, entre 2004 y 2008 hubo 16 muertes dentro de prisión y cinco más muertes en los traslados al hospital, o que la persona ha ingresado por la mañana en el hospital, han firmado la libertad condicional y ha muerto a las cuatro horas de estar ingresado en el hospital. Pero vamos, que ni se ha enterado esa persona de que ha estado en libertad, estaba ya inconsciente y lo único para lo que puede haber servido es para facilitar los trámites del entierro y del traslado a la familia, pero que desde luego a la persona que ha estado presa no le ha servido de nada.

Desde nuestra perspectiva un ejemplo de todo este proceso, tanto de lo que es el trato y las torturas dentro de prisión como de lo que es el trato inhumano a los enfermos en prisión es el caso de Xosé Tarrió, además él escribió uno de los mejores libros que hay escritos sobre cómo funciona la cárcel y sobre cómo es el régimen FIES. Y en ese libro él describe todas las torturas y palizas, y por ese libro probablemente es por lo que aunque él estuviera ya en libertad, le han hecho la vida imposible, le han vuelto a meter en el talego y una vez que estaba dentro le han tratado fatal. Le estaban dando aspirinas para una apoplejía porque decían que era un resfriado y, cuando ya ha estado completamente terminal y pese a la intervención y movilización de bastantes colectivos gallegos, pues cuando a esta persona le han firmado la libertad condicional ya estaba prácticamente muerta y ha muerto sin enterarse de su libertad. Pero hay muchos “Xosés Tarriós” que han pasado por esta historia, una historia de primeros grados, de palizas, de enfermar dentro de prisión, gente que como él ha entrado a cumplir condenas mínimas, condenas de tres y cuatro años por delitos muy menores, y que dentro de prisión por su historial de reivindicación y de lucha han acumulado años hasta pasarse veinte años en prisión y a veces han salido muertos. Esta es una realidad que se da en las cárceles del Estado español y lamentablemente se da mucho más a menudo de lo que nosotros nos pensamos.

Simplemente hay que ver una media de 210 muertos al año en las cárceles del Estado, teniendo en cuenta que la población penitenciaria son “sólo” 70.000 personas que están entre los 18 y los 65 años de edad, y que se supone que están bajo una custodia de máxima vigilancia no deberían haber más de una o dos muertes al año en las cárceles y deberían de ser accidentes de estos imponderables; porque, según la ley, si estás enfermo, te tienen que excarcelar; si tienes tendencia al suicidio, tienen que aplicarte el plan de prevención de suicidios y tienen que evitar que te suicides; si estás por consumo de drogas, en la cárcel no debería haber ningún tipo de sustancia ilegal ni consumo… Pero la realidad es que gran parte de las muertes son suicidios, otra gran parte de las muertes son desasistencias médicas y el principal grupo de muertes son sobredosis.

Y cuando te dicen que alguien ha muerto de sobredosis es como el colmo de los colmos, porque a una persona que le han metido en la cárcel porque es yonki, para que no consuma ¿cómo puede morir de sobredosis en un espacio de máxima vigilancia? Pues porque la cárcel es un espacio de consumo de sustancias tanto legales como ilegales. El tópico siempre es que la droga la meten los familiares, bueno, ése es el tópico. La realidad es que las últimas denuncia a funcionarios por introducir droga en la cárcel han sido en la cárcel asturiana de Villabona y en la guipuzcoana de Martutene. Al director de una cárcel catalana le destituyeron porque en una de éstas que le preguntaron unos periodistas que quién metía la droga en la cárcel, dijo “pues algunos indeseables que trabajan de funcionarios”. Normalmente lo que ocurre es que, a determinados presos, los funcionarios que trafican les dejan pasar la droga, entre otras razones porque esos luego son los chivatos, los colaboradores, los que hacen y deshacen los favores a los propios funcionarios. Claro, en los patios hay un 80% de consumidores de droga que se supone que están en programas limpios de metadona, etc., pero lo único que hacen es al consumo de metadona añadirle el consumo de las otras sustancias, lo que muchas veces es un cóctel bastante difícil de llevar. También hay tráfico de metadona, hay gente que se mete en el programa de metadona, no porque la esté consumiendo, sino para luego salir al patio y venderla por favores o por intercambio de dinero; se supone que el dinero en la cárcel no existe, o sea, los billetes y las monedas, pero se intercambian tarjetas de teléfono, favores, trabajo y demás. La realidad es que hay un mercado negro interno y que la población penitenciaria pues consume bastante droga. Y dentro del sistema premio/castigo también se juega con esa variable porque el único espacio realmente libre de drogas que hay en una cárcel son los primeros grados. En primer grado y aislamiento, como no sales al patio con el resto de la gente (se sale de uno en uno, o de dos en dos), una persona que sea consumidora habitual de droga se ve aislada del mercado. Además el síndrome de abstinencia va a tardar las horas que tarde pero cuando le venga el sufrimiento humano que va a tener esa persona en un primer grado, completamente aislado y con un síndrome de abstinencia, supone un gran maltrato en el que no hace falta dar una paliza directamente.

Otro maltrato indirecto viene a través de los familiares, de las personas allegadas. Acaba de publicar la OSPDH de Barcelona un libro titulado “La cárcel y el entorno familiar” en el que una de las primeras cosas que dicen es que no habría que hablar de los familiares sino que habría que hablar de “las” familiares: el 90% del apoyo a presos y presas viene de las mujeres de la familia: van a visitar, a llevar la ropa, trabajan para poder meter dinero en el peculio de los presos, etc. El trato que se le da a estas personas, a las familiares, es otro de los elementos con los que juega la cárcel para castigo. Si te portas bien, si colaboras, vas a tener más facilidad de acceso a las visitas, alos vises familiares (que son en una sala con una mesa y una silla pueden entrar tus familiares a visitarte sin la mampara por medio), o vas a tener más fácil el acceso a los vises íntimos (que son con la pareja, con una cama). Pero si te portas mal vamos a suspender las visitas, vamos a suspender los vises, vamos a putear a la gente que va a visitarte, vamos a hacerles cacheos integrales (desnudos), etc. Esto es un sufrimiento para la familiar, pero también es un sufrimiento para el preso que sabe que están cacheando a la visita.

Una última forma de dificultar el acceso a los familiares es el traslado de cárcel. Dentro del argot taleguero a los traslados se les llama kundas y son muy habituales; de hecho mucha gente habla del tema de la dispersión, a mí no me gusta hablar de la dispersión, que afecta a los presos que pertenecen a banda armada, pero más grave es la cuestión del alejamiento, que afecta a un alto porcentaje de presos, tanto al de Vizcaya que está en Huelva, como al de Valencia que está en una cárcel gallega, o el andaluz que está en una cárcel madrileña. Estamos hablando de que cerca del 40% de la población penitenciaria del Estado español está alejada de su comunidad de origen (sin contar a los migrantes, que suponen el 38% de los presos). Esto va contra la propia legislación, porque una de las cosas que dice el Reglamento Penitenciarioes que se deberá cumplir la condena en la comunidad de origen, precisamente para facilitar esa teórica reinserción social que pretende la cárcel.

Pero la cárcel juega con el tema del premio/castigo, y alejar de la familia y los allegados es una forma de castigar. Así, es habitual que haya presos gallegos en cárceles andaluzas y presos andaluces en cárceles gallegas. Por eso no es de extrañas que el grupo de presos que más traslados sufre sean los primeros grados y los FIES control directo. Lo habitual es que los vayan trasladando cada 6 o 12 meses de cárcel en cárcel, con la excusa de que hamontado algún lío, que tiene alguna sanción por cumplir, que tiene algún juicio, etc. Hay presos que en 20 años de cárcel han pasado por 40 ó 50 cárceles distintas, es decir, que han recorrido prácticamente todo el sistema penitenciario español.

Además, en los traslados no te llevan directamente de una cárcel a otra, el traslado es un periodo de tiempo que puede durar entre 15 y 20 días. Para trasladarte de la cárcel de Coruña por ejemplo, a la cárcel de Granada, lo más probable es que te lleven primero a la cárcel de León, allí te dejan unos días mientras pasa otra conducción que viene de Asturias con otros presos y que va a ir a la cárcel de Salamanca. Allí estás más días esperando otra conducción que sale para Madrid, donde estás otros tres o cuatro días. Luego, pasa otra conducción que va para Murcia donde estás otros cuatro días hasta que, por fin, pasa otra conducción que te lleva a Granada y, finalmente, después de 15 ó 20 días, llegas a tu destino. Y en esos 15 ó 20 días no estás en los módulos de la cárcel, estás en los ingresos que son unos módulos especiales. Si tienes tratamiento médico, se suspende, porque no tienes la visita del médico, no puedes contactar con la familia, no puedes ni siquiera llamar por teléfono para decirles “estoy en tal sitio, me están llevando a tal otro”. Y ese tipo de situaciones es muy frecuente y como haya juicios pendientes tienes los 15 ó 20 días para ir de conducción a la ciudad del juicio, las dos semanas que te quedas allí y los 15 ó 20 días para volver a la cárcel en la que estás cumpliendo.

Y ese tipo de situaciones era muy habitual, sobre entre los presos más reivindicativos, los presos en lucha, que han tenido como estrategia para intentar fugarse o para plantear sus reivindicativas mandar cartas de amenaza a jueces, para salir a los juzgados a los juicio. Eso ha significado que muchos presos hayan aumentado en quince o en veinte años sus condenas, porque han mandado diez o quince cartas de menaza a jueces, y han acumulado condenas por ello. De todas maneras también hay que reconocer que los presos en lucha en realidad son una minoría, dentro del sistema penitenciario en el que, como los propios presos en lucha te reconocen, ahora mismo lo que más hay es un alto porcentaje de zombies que pululan por los patios completamente sobremedicados, por la metadona, por las drogas ilegales, por las drogas legales, etc.

El tema de la medicación es muy preocupante conocemos casos de gente a la que se le está suministrando, a la vez, Zyprexa (medicamento para las esquizofrenias), Rohipnol (un hipnótico), Tranxilium 5 mg., Tranquimazin retard 3 mg., Valium 10 y Ribotrin. Muchos de estos medicamentos están contraindicados los unos con los otros, son antagónicos. Estas personas pueden estar con tratamiento de metadona, y puede que tengan consumos de drogas ilegales. El resultado es que estas personas tienen dificultades para tener una consciencia normal. En la cárcel de Zuera, en el 2004, en dos o tres semanas murieron varios presos. Estaba todo el mundo así sorprendido, pero luego se descubrió que estaban dando un nuevo medicamento para las esquizofrenias que era antagónico con los opiáceos. La metadona es un opiáceo, entonces todo el que estaba en un tratamiento de metadona y recibió la medicación tuvo reacción y varios murieron. Esto lo denunciaron los compañeros de ASAPA, Asociación de Apoyo a los presos de Aragón. Es un ejemplo de la dejadez del sistema sanitario dentro de prisión, que es bastante, bastante importante.

Teóricamente, en el Estado español no existen las cadenas perpetuas, pero la realidad es que hay personas que están cumpliendo, no una cadena perpetua, pero sí un montón de condenas pequeñitas una detrás de otra, que implican que se van a pasar toda su vida en prisión, y que cuando se mueran todavía le van a deber equis años al Estado. En otros modelos, como el alemán, existe la cadena perpetua, pero hay condenados a cadena perpetua que salen en libertad a los 20 o 25 años, cumpliendo menos condena que algunos presos que aquí, en España, no fueron condenados a cadena perpetua. El máximo de cumplimiento en Francia, por ejemplo, es de 25 años aquí el máximo cumplimiento es de cuarenta años. Aquí no la llaman cadena perpetua y, sin embargo, en la práctica las condenas son mayores.

En el fondo la cárcel es una metáfora de la sociedad en la que se inserta. Las cárceles españolas son como son, porque la sociedad española es como es. Las cárceles alemanas tienen un matiz diferente porque el Estado alemán tiene un matiz diferente. Y las cárceles ecuatorianas son muy distintas porque el Estado ecuatoriano es muy distinto pero en cuanto a cárcel, en el fondo todas son igual de cárceles, es decir, espacios de privación de libertad. Aquí el problema de las cárceles en Europa es el aislamiento, que cada vez es mayor, es todo más “científico”, más frío, más automático: te van controlando con la cámara, todo el mundo vive en aislamiento… En la cárcel central de Quito, en Ecuador, los carceleros no están dentro de la cárcel, sólo vigilan el muro exterior. Los que dominan son las mafias internas, las jerarquías de presos: tienes que pagar para dormir en celda, porque, si no tienes para pagar duermes en las escaleras; que de repente hoy no hay comida en la cárcel y nadie come, porque no ha entrado el suministro diario. Pero un preso que estuvo en cárceles ecuatorianas y que ha estado en Nanclares de la Oca, te hacía la comparación porque él había vivido las dos experiencias y te decía que él, en Ecuador, había pasado hambre, porque llegaba un día al comedor y le decían: “hoy no hay comida”, y no comía ni Dios. En la cárcel de Nanclares, en Álava, todos los días le ponen un plato de comida delante, pero el 90% de los días no comía el rancho porque estaba mal preparado… Él dice que es mucho peor el hambre de tener comida y no poder comerla, que el hambre de que no hay que comer.

Respecto a las alternativas, hay alternativas, eso es lo primero. De entrada, en Salhaketa somos abolicionistas, creemos que es posible un mundo sin cárceles. A partir de esa ideología son muchas las propuestas que se pueden hacer para ir progresando: la primera es supresión de los primeros grados y los aislamientos, porque es donde se ampara la impunidad de las torturas, donde se está machacando a las personas. Segundo, excarcelación de los presos enfermos, para lo que no hace falta ni reformar la legislación vigente, solo hace falta aplicarla con más holgura. Es más, si consideramos la drogodependencia como una enfermedad, el 80% de la población penitenciaria tendría que excarcelarse. Otra medida sería la despenalización del consumo y tráfico de sustancias a pequeña escala, lo que excarcelaría a mucha gente y evitaría que mucha más fuese a prisión. Limitación del tiempo de estancia en prisión a un máximo de diez años, que ya es una vida entera. O sea, excarcelación de presos enfermos, despenalización del consumo de droga y reducción del tiempo máximo de condena a diez años de cumplimiento… con esas tres medidas, el 75% de los presos salen mañana. En realidad esto es un imposible porque la función de la cárcel no es la reinserción. Un porcentaje concreto de la población tiene que estar necesariamente en la cárcel porque la cárcel es un mecanismo de control social. Para la gestión de la exclusión social la cárcel es un mecanismo indispensable.

Otros de los factores más importantes por los que la cárcel es fundamental para el sistema es porque la cárcel es un laboratorio social. Determinadas técnicas que luego van a aplicarnos a todos y todas las que estamos fuera, se ensayan en la cárcel. Por ejemplo, la televigilancia, o sea, todos los modernos sistemas de control, de cámaras que podamos ver en cualquier calle hoy en día se han experimentado en módulos de riesgo, en cárceles, en condiciones en que el que está al otro lado de las camaritas puede incluso intervenir o no intervenir en determinadas situaciones. Así se está jugando con la sociedad: si tú sigues el régimen impuesto y te comportas como un buen ciudadano, la policía siempre colaborará con tu seguridad, pero en el momento en el que te desvíes un poco del concepto de buen ciudadano, el policía se va a convertir en tu represor inmediato y cada vez tardan menos tiempo en llegar a los sitios, porque cada vez tienen más buenos ciudadanos que ven a decir “está ahí señor agente, está ahí”. Que ya no solo te tienes que preocupar de los que van de uniforme, ni de la policía secreta, también te tienes que preocupar del vecino, del compañero de clase o trabajo que está horrorizado porque alguien quiera desviarse de lo que es el cauce marcado. Lo que se está cultivando es una cultura del miedo que sirve para que en cualquier momento las decisiones del poder se impongan con mayor facilidad. En el juego del control social la cárcel es una herramienta. De hecho muchas veces me preguntan: “¿la cárcel funciona tan mal?” No, la cárcel no funciona mal, funciona muy bien para reprimir y controlar, lo que no hace es reinsertar ni mejorar a nadie. La cárcel para los que las diseñan, las construyen y las sustentan funcionan de maravilla, tanto que en Estados Unidos cotiza en bolsa y es muy rentable.

En Europa el modelo es otro: el Estado francés, igual que el Estado alemán, no va a poder privatizar las cárceles aunque quiera porque a ver cómo le dices tú a 50.000 funcionarios, de carrera, con la oposición hecha, en el Estado español que dejan de ser funcionarios. Aquí la cárcel como tal va a seguir siendo pública, lo que sí se está privatizando son los economatos, los talleres productivos, el servicio de comida, etc. El trabajo en prisión ya está privatizado, las empresas que entran a producir en el talego saben que tiene una mano de obra barata, que no se va a poder sindicar, que como proteste va ser sancionada y llevada a aislamiento, que si quieren cotizar en la seguridad social cotizan y si no quieren cotizar en la seguridad social tampoco tienen porqué, que le están cobrando unos sueldos de miseria (hay quien cobra 18 € al día por 8 horas de trabajo), etc. La cárcel compite con mercados laborales como el de Vietnam y es más rentable porque a Vietnam hay que llevar la producción y hay que traerla, y aquí con unos salarios equiparables tienes el mercado al lado. Por eso cada vez más empresas están produciendo en la cárcel porque es rentable. La discusión es sobre si la cárcel de aquí o las cárceles de Polonia, porque en las cárceles de Polonia todavía cobran menos y está lo suficientemente cerca para que los gastos de transporte no sean excesivos. De hecho cada vez hay más talleres productivos, el proceso de privatización de las cárceles ya está en marcha. Otra cosa es si la gestión de lo que son los carceleros, de lo que son los guardias civiles que están en las torretas de vigilancia y de lo que son los directores de la cárcel que son unos cargos decididos políticamente por el partido del gobierno, les interesa o no les interesa privatizarlo. Y a ese nivel en el Estado español a día de hoy en el medio plazo no interesa privatizar las cárceles porque interesa más gestionarlas.

Los que sí están privatizados son los centros de menores: el 60% son de gestión privada. En Andalucía son 90%, en Madrid el 100%, pero en el País Vasco todos son públicos porque el Gobierno Vasco quiere controlarlos, pero es una decisión que ya ni siquiera toma el Estado porque es competencia de las Comunidades Autónomas. A nivel cárcel la Dirección General de Instituciones Penitenciarias no quiere privatizar lo que es el control de la cárcel, la gestión económica de la cárcel ya está privatizada y muchas de las empresas que producen en el talego cotizan en bolsa.

Las huelgas del 2000 y del 2001, fueron el último intento de los presos en lucha de llevar a cabo una protesta colectiva contra el aislamiento. Desde Salhaketa y otras asociaciones se intentó ayudar en la coordinación de los que estaban haciendo las huelgas, digo se intentó porque no se consiguió. Eso es una autocrítica de nuestro colectivo y los demás colectivos implicados en ese proceso: se le falló a la gente de dentro en ese momento, se les falló directamente, se les falló porque se les prometió que se iban a hacer y se iban a conseguir cosas que ni se hicieron ni se consiguieron. Se vendió bastante humo. Se vendió un movimiento social que no existía, se vendió que iba a haber una respuesta en la calle que era impensable y la poca respuesta que sí hubo se esfumó muy deprisa.

El compromiso de mantener la comunicación entre los distintos focos de presos que estaban en huelga de hambre, lo adquirimos nosotros como colectivo y no se pudo. No se pudo básicamente porque se bloquearon todos los canales de contacto, el Estado tuvo una respuesta inmediata: traslados masivos, suspensión de llamadas telefónicas, control de la correspondencia, etc. Se tenía que haber previsto que el Estado no se iba a quedar con los brazos cruzados. Falló el contacto entre los de dentro y los de fuera y cuando ya se habían aislado el movimiento de dentro y el movimiento de fuera, el movimiento de dentro se fue extinguiendo y ni siquiera se enteró de las pocas cosas que se estaban haciendo fuera. El resultado fue una catástrofe: un movimiento que se estaba reconstruyendo y que estaba teniendo buenas mimbres en el 96-97, con el libro de Tarrío y la campaña anti-FIES, que estaba volviendo a mover todo el tema antitalego en el Estado, y que había conseguido cosas entre 1997 y 2001 se perdió en dos o tres meses.

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Un comentario

  1. Tomás dice:

    Es verdad todo lo que aquí se dice, a mi me han dao pol culo los putos carceleros varias veces y sin preservativo…

    3 noviembre, 2011
    Responder

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