Carceleros Violentos: La Ley Del Silencio

En su sección «Violencia en reclusión», el sitio de la administración penitenciaria solo toma en consideración dos tipos de violencia: las agresiones entre reclusos y las agresiones de los reclusos contra los guardias penitenciarios. Sin embargo, existe un tercer tipo de violencia: aquella que ejercen los guardias contra los reclusos, aquella de la que nadie habla.

En los últimos diez años, numerosos reclusos han interpuesto demandas contra los carceleros por actos de violencia. Demandas que rara vez terminan en la condena de un carcelero agresor. Mientras que el recluso tiene que presentar pruebas de sus afirmaciones, al boqueras le basta sólo con su palabra, por lo que cabe preguntarse, ¿acaso un recluso es, en esencia, un mentiroso?, y ¿un carcelero es, por definición, un hombre sincero?

Las pruebas formales de la violencia de los boqueras son difíciles de recabar en un lugar de privación de libertad, del que ellos poseen las llaves. Sin embargo, hoy en día, frente a los hechos de violencia silenciosos e impunes, callar es cada vez menos una opción. Además de los testimonios abrumadores de los reclusos maltratados, algunos guardias indignados por la violencia de sus colegas se atreven a denunciar estos hechos, desafiando la ley del silencio que reina al interior de la prisión y asumiendo las posibles represalias.

Eric tuvo ese valor, el valor que lo convirtió en «El traidor». A través de su historia, la de los reclusos que entablaron demandas, la de sus familiares que les brindan su apoyo y la de los abogados que luchan por hacer respetar sus derechos, intentaremos comprender por qué la violencia que ejercen los guardias penitenciarios queda a menudo en la impunidad.

La idea de este documental no es demonizar la institución de la prisión, sino mostrar que dentro de este universo cerrado llamado «la petite muette» (la muda) reina la opacidad de los hechos de violencia perpetrados por los que tienen el poder y que, ante los ojos de la ley, deberían ser condenados.

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 Entrevista con Laurence Delleur, periodista y directora del documental ‘Carceleros Violentos: La ley del silencio’

En los últimos diez años, numerosos reclusos han interpuesto demandas contra los carceleros por actos de violencia. Demandas que rara vez terminan en la condena de un guardia agresor. Mientras que el recluso tiene que presentar pruebas de sus afirmaciones, al guardia le basta solo con su palabra, por lo que cabe preguntarse, ¿acaso un recluso es, en esencia, un mentiroso?, y ¿un guardia es, por definición, un hombre sincero?

Laurence Delleur. Al principio, comencé a trabajar sobre las demandas entabladas contra la administración penitenciaria. Luego, descubrí que existían varios expedientes en los que se acusaba a los guardias de cometer actos de violencia contra los reclusos, lo que me pareció alarmante y me incitó a querer saber más sobre este asunto. Lo que también cautivó mi atención es que los reclusos, condenados por incumplir la ley, tengan que pasar ante la justicia para hacer respetar sus derechos. Ahí es cuando comprenden el sentido y el interés de la justicia. Este documental no es «contra los guardias». Sabemos que hacen un trabajo difícil y poco valorizado, y que cada vez tienen bajo su responsabilidad a más reclusos con enfermedades mentales. Pero no podemos ignorar que esta violencia física existe. La administración penitenciaria solo toma en consideración la violencia entre reclusos y contra los guardias, y olvida, demasiado rápido, que los guardias también pueden ser los agresores. Este documental también cuestiona, más allá de los casos individuales, el tratamiento judicial y de jerarquía que se aplica a los guardias que infringen la ley.

¿Es difícil obtener testimonios de los guardias?

LD. Estuve en contacto con varios guardias y otras personas que trabajaban en la prisión. Me contaron muchas cosas fuera de cámara, pero luego, frente a las cámaras era muy difícil convencerlos de que repitieran lo que habían dicho. Todos temen correr con la misma suerte que Eric (un guardia, testigo en el documental).

De manera más general, esta administración no condena jamás a sus colegas (o muy poco), al menos, no por ese tipo de hechos. Condena, en cambio, a los guardias que trafican estupefacientes, venden celulares o mantienen una relación con un/a recluso/a, es decir, infracciones que no hacen temblar la fortaleza penitenciaria…

 ¿Existe un verdadero riesgo para los guardias que acusan a sus colegas?

LD. Sí, estoy convencida de ello. Basta con observar lo que le sucedió a Eric Tino, el guardia que presenció y denunció los actos de violencia que cometieron algunos de sus colegas. Este hombre fue víctima de una cacería humana; durante un tiempo recibió llamadas anónimas en la noche; una vez encontró huellas sospechosas alrededor de su casa y, al día siguiente, su coche estaba destrozado. Eric tuvo que abandonar su profesión por haber cumplido con su deber de denunciar los actos de violencia —conocidos por todos— perpetrados por el personal del establecimiento penitenciario de Liancourt.

 ¿Qué riesgo corren los reclusos?

LD. Los reclusos que entablan demandas por violencia son objeto de represalias. Jean-Marie Delarue, el antiguo inspector general de los lugares de privación de libertad, lo denunció al evocar la suerte que corren los “reclusos litigiosos”, es decir, los que se atreven a ejercer su derecho de demandar, como cualquier otro ciudadano. Lo que podemos observar, es que un recluso no se considera un ciudadano cualquiera.

Y no solo eso. También tiene que saber cómo hacerlo. Algunos se informan, entran en contacto con organismos como el Observatorio Internacional de Prisiones, por ejemplo. Pero no es una diligencia que resulte bastante evidente. Además, cuando un recluso es víctima de violencias, a menudo tiene dificultades para obtener un certificado médico; a veces lo solicita en vano, a veces es impreciso, o a veces se realiza varios días después de los hechos (cuando las heridas son menos visibles). Sin un certificado médico digno de ese nombre, las demandas no tienen ninguna posibilidad de prosperar. Es la palabra de un guardia contra la de un recluso, y la palabra de los guardias siempre tendrá más valor ante los jueces; una vez, uno de ellos me respondió “porque ellos son funcionarios del Estado”.

¿Qué otra persona podría denunciar estos abusos?

LD. En teoría, todos los que tienen acceso a la prisión: el personal médico, los capellanes, los voluntarios de prisión, etc. Yo entrevisté a un voluntario que denunció ante la dirección interregional de la administración penitenciaria los actos de violencia cometidos en la cárcel de Valenciennes, sustentados por varios testimonios concordantes. A modo de respuesta, la administración se negó a renovarle su permiso. Una vez que se han cometido actos de violencia, ¿cómo se tratan jurídicamente hablando? ¿Se deben condenar? En este documental, contamos cómo a Liancourt, donde trabajaba Eric Tino, los dos guardias condenados consiguieron que la sentencia se borrara de su expediente. Lo que casi siempre es el caso en este tipo de procedimientos. ¿Por qué?, ¿en nombre de qué? Un recluso que recibe una condena no queda limpio de antecedentes penales…

La Comisión Nacional de Deontología de la Seguridad (integrada desde entonces al Defensor del Pueblo) realizó una investigación de terreno y denunció públicamente estos actos, de manera firme y directa. Aún así, los guardias fueron promovidos, pese a que, según la información que pude recabar, se trataba de una violencia trivializada y habitual, y no de un simple gesto como bofetada o un puño que un día no se pudo contener… El hecho de que los guardias regresen a la prisión, y además sean promovidos —y este no es un caso aislado— plantea muchas preguntas. En términos de reinserción, podríamos preguntarnos: ¿qué se puede esperar de un recluso que ha presenciado este tipo de situaciones dentro de la prisión? Es difícil creer en la justicia cuando ocurren estas cosas.

Carceleros violentos: la ley del silencio

2 de comentarios

  1. Didina dice:

    ¿Se puede encontrar el documental en castellano o subtitulado a castellano?

    8 agosto, 2017
    Responder

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