El Puerto de Santa María, julio de 2017
Si entendemos por «medidas de seguridad» todos los sistemas, artefactos, personas e inventos de control para atacar o defender, en este caso, un edificio arquitectónico –la cárcel–, un mundo entero gira alrededor de una máxima: «mantener el buen orden de los establecimientos carcelarios». En base a eso se despliegan cantidad de equipamientos y tecnologías –y técnicas psíquicas a base de químicas varias– y, cómo no, aplicar la «fuerza mínima necesaria» para reducir a los presos, para aplicar «sujeción mecánica» física y psíquicamente.
Cuando visitas una cárcel lo primero que ves es lo que te ve a ti. Desde las cámaras de vigilancia hasta el carcelero o la carcelera que las vigila, todo esta creado para la represión. Ahora también tenemos, aparte de la guardia civil, a equipos de seguratas de empresas privadas, más baratos que los picoletos, todo un cúmulo de seguridades aglutinadas en espera de una orden, de una decisión «ajena».
Bajo el pretexto de la seguridad y orden carcelario, se traman leyes, ordenamientos, normativas y un sinfín de argucias jurídico-políticas, y muchas de ellas más allá de la ley.
Si se respetasen las leyes –sus leyes– no habría malos tratos, trato inhumano, vejatorio, degradante; no nos mantendrían años metidos en jaulas 20, 21 horas al día; no se intervendrían comunicaciones con lxs abogadxs; no se podría cachear a una madre o a unx hijx; no se alargarían los programas de metadona eternamente; las personas enfermas, física o mentalmente, estarían mejor cuidadas –con aplicar los artículos 104.4 y 196 RP– por sus seres queridos y por médicos no adscritos a la institución penitenciaria; no apalearían a lxs enfermxs psíquicos durante un brote psicótico…
Podría seguir, por desgracia, escribiendo todo aquello que vulneran y conculcan sistemáticamente, sin problemas por hacerlo, con impunidad total, por el corporativismo de los juzgados y tribunales: los carceleros médicos no podrían hacer la vista gorda después de un palizón a un paciente; ni les retirarían los tratamientos puestos por expertos en medicina de tribunales médicos a lxs enfermxs presxs, y etcétera, un gran paréntesis se oculta tras la aplicación de sus seguridades, con la aplicación de sus leyes –en la práctica– mermarían sustancialmente las situaciones de violencia, pero interesa la violencia para mantener esas seguridades,
Agradecer de corazón a lxs presxs que denuncian estas situaciones y que luchan por sus libertades y, por lo tanto, por las tuyas también. A lxs compañerxs que están en esta lucha colectiva que ha ido creciendo desde principios del 2016, a lxs que desde ahí fuera dais luz a tanta oscuridad y apoyáis con todos los medios disponibles, en grupos e individualmente, con apoyo jurídico, médico o moral, con cartas, visitas y luchas. Gracias sinceras, gracias. Nos llega aquí dentro vuestra lucha ahí fuera. A veces, estamos aquí dentro muy ciegos y no lo vemos, no lo sentimos, porque nos invade la ira.
A los que se implican jurídicamente acudiendo a los talegos a que descarguemos las mochilas de problemas y nos aguantáis tanto, gracias, que sólo os damos malas noticias.
A las familias que se coordinan en la calle y se organizan con apoyo de grupos de fuera y de personas independientes pero muy concienzadas.
Gracias a todxs lxs que se organizan, lxs que luchan, lxs que no se callan ante las injusticiass. Sin todxs vosotrxs, dentro y fuera, nada de esto se podría sostener, una lucha silenciada es lo que sería, una lucha sorda, ciega y muda. Pedir que se nos cumplan las leyes –sus leyes– es lo único que hacemos, a base de bolígrafo, en principio. Por hacerlo, por plantar cara, por no achantarnos, nos dispersan «por motivos de seguridad», nos dividen, esparciendo, sin quererlo, las llamas de este incendio. No cesa la lucha, por lo tanto, el ánimo sigue vivo, nada más que seguir adelante, porque más atrás no creemos que nos puedan llevar.
Un fortísimo abrazo a nuestrxs compañerxs en lucha fuera y dentro. Agradecidxs.
Por una sociedad sin jaulas, salud y fuerzas.
Toni, Francisco y Juanpe
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